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Mostrando las entradas de noviembre, 2021

SER VISTO

  Diga el tipo lo que diga o le parezca lo que le parezca, nada le importa más (como a cualquier otro humano) que ser visto: ser reconocido como "algo" distinto del paisaje, como figura que se destaca sobre el fondo. Y esto está bien, porque lo contrario lo pone en riesgo de que lo sieguen mientras están cortando el pasto. Todos necesitamos ser reconocidos.  No hay otra manera de lograr idea alguna del "sí mismo" (self) que no pase por la mirada del Otro. Ya decía H.G. Wells que no hay mayor tortura para el hombre que la de sentirse invisible. Pero la cosa es que ese mismo impulso no está libre de ambivalencia. Porque llega un momento en que, cuanto más visto es el tipo en cuestión, también más se convierte en "presa": inevitablemente, entre los que lo reconozcan como "algo distinto del paisaje", algunos lo van a querer usar como blanco de tiro, o como comida. Y entonces, se desencadena la ansiedad: ¿hasta qué punto tendrá que resaltar como para

de razones y motivos

  Si le preguntamos a alguien por qué hizo tal cosa, recibiremos como respuesta puras mentiras: las racionalizaciones y justificaciones que lo hacen parecer sensato y aceptable por el sentido común social. Si le preguntamos, en cambio, "para qué" lo hizo y, accesoriamente, "para quién" lo hizo (ante la mirada imaginaria de qué personas concretas) quizás, a veces, esa persona encuentre sus verdaderos motivos. Los motivos del cuerpo suelen no ser los mismos que los motivos de la mente. El cuerpo quiere vivir. Y, a veces, y simultáneamente, también quiere morir. La mente sólo se dedica a distraernos de la angustia que eso nos desencadena.

ENOJO Y DESCONFIRMACIÓN

  Existir es ser reconocido por un Otro. La sensación de existir no puede ser construida por uno mismo.  Nos es concedida por la atención de los demás.  No lograr ser "reconocido" (validado, confirmado) por al menos algún otro, es vivido imaginaria o simbólicamente como una amenaza de muerte social. Y la muerte social, para el ser gregario, no es más que una predicción de la muerte física. En algún lado del inconciente tenemos la oscura noción de que solos nos morimos. No es tan raro que bajo esa amenaza se reaccione compensatoriamente con enojo. Y una vez que entramos en enojo, la realidad vincular se vuelve dicotómica.  El desconfirmado siente que la única forma de "recuperar" sus consistencia es desconfirmando al otro. Y en ese juego de desconfirmaciones (dentro del cual, por lo general, ninguno de los actores se da cuenta cabalmente de lo que está pasando) se da la escalada simétrica que, por lo general, si alguno de ambos no se puede "correr