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Mostrando las entradas de agosto, 2019

HEURÍSTICOS Y DISTORSIONES COGNITIVAS. De Beck a Kahneman pasando por Damasio.

Se puede ser un boludo de una manera muy inteligente. Ésa es la triste realidad. Una manera inteligente de ser un boludo es considerarse a sí mismo una persona completamente racional. La verdad es que no existe tal cosa. No hay pensamiento que no esté, en mayor o menor medida, “contaminado” de cierto nivel de afectividad. En el ser humano, no existe tal cosa como el pensamiento puro, así como tampoco existe el puro sentimiento. Pensamiento, emoción y sensación son aspectos de un todo que está inextricablemente enlazado y sólo se los puede nombrar por separado para fines de estudio. Habitualmente, cuando una persona se ve a sí misma como “muy racional”, no es porque efectivamente lo sea, sino que lo que le sucede es que su percepción de sus propias emociones está bloqueada y no es capaz de detectar cómo éstas afectan sus pensamientos. El psicólogo Aaron Beck fue el primero en detectar que había algo que él llamó distorsiones cognitivas.   Él, no obstan

ELOGIO DE LA MENTIRA

Si hay algo verdaderamente verdadero que podría decirse de todo ser humano, es que nació para mentir. Por eso el relativismo es una idea tan frustrante. Si todo es relativo ¿cómo carajo voy a hacer para decir mentiras? ¿cómo me las voy a apañar para mentir si cualquier cosa puede ser, desde algún punto de vista, cierto? No. Es demasiado. No me jodan así. Si todo es relativo, es imposible mentir. Y todos queremos conservar ese derecho inalienable de nacimiento. La verdad es imprescindiblemente necesaria para poder mentir. Pero hay mentiras y mentiras. Hay mentiras sublimes. Hay mentiras patéticas. Una verdadera obra de arte es una mentira sublime. Las utopías sociales son mentiras sublimes y movilizantes. Toda repetición de cualquier verdad escuchada de otro es una mentira patética. Repetir es mentir. Incluso cuando repetimos que uno más uno es dos. Y la mayor parte del tiempo mentimos de esta aburrida manera. Mentimos por impostura. Hacemos como que somos otro p

COMUNICACIÓN PARADÓJICA

Todos queremos ser amados. O, al menos, ése es mi prejuicio basado en mi propia experiencia vincular. Sin embargo, la manera de expresar esa necesidad tiene innumerables variantes. O quizás no sean tan innumerables pero de momento no me quiero poner a contar. Para eso lo tenemos a Valentino. Algunos parecen demandar atención. Otros respeto. Otros obediencia. Otros admiración. Otros envidia. Otros, incluso, odio o desprecio... Etc, etc, etc.... Yo creo que, en el fondo, siempre lo que queremos es amor, aunque en distinto envase, según nuestra progamación previa. Pero lo que sí me parece es que, dentro de esas variantes de demanda, algunas son más eficaces que otras. Algunas, incluso, son altamente frustrantes, tanto para el emisor como para el receptor de la misma. "Pero si yo soy perfectamente claro", quizás proteste alguno. Lo que sucede muchas veces es que, si bien somos concientes del mensaje que emitimos, no lo somos tanto del metamensaje que lo acompaña. Pe

CREENCIAS

Algunos creen que los que lo define es lo que saben. Cuando, en realidad, es lo que creen que saben. Yo creo que lo que nos define (nos recorta, nos identifica, nos da "sustancia") es, justamente, lo que creemos. Hay creencias más centrípetas y otras más centrífugas. Los extremos son el que sólo cree en sí mismo y el que cree en cualquier cosa menos en sí mismo. Está el que cree en los otros y el que cree que ésa es la más ingenua de las creencias... Como sea, el más desorientado sigue siendo el que ni siquiera sabe en qué cree (o el que no advierte en qué cosas cree). Ésta es mi creencia: SOMOS LO QUE CREEMOS. A partir de ahí podemos empezar a pensar cuáles nos convienen y cuáles nos perjudican. Cuáles nos sanan y cuáles nos enferman... ¿Qué creencia te define? Pablo Berraud

SAGRADO

Parece que hay algo en el bicho humano que lo compele a sacralizar alguna cosa. Por las dudas aclaro (para los más impulsivos que siempre saltan a la pregunta "y vos qué") que por supuesto que yo me considero en ese conjunto de "bichos humanos".  Que describa algo no significa que me ponga a mí mismo afuera. Primero está el religioso liso y llano que sacraliza lo que la tradición le dice que es sagrado (como una ceremonia religiosa o patriótica, ponele). Pero lo curioso es que, el que se rebela contra eso, no puede evitar sacralizar alguna otra cosa. Está el que sacraliza a la literatura o el arte. Para algunos los libros son en sí objeto de culto y sufren cuando alguien les hace una marquita. Está el que sacraliza a la naturaleza y prendería fuego a quien tira un papelito en el piso por "anti-ecológico". Suelen entrar en conflicto con los que sacralizan la cultura. Por supuesto, los más frecuentes son los que sacralizan su propia ideolog