Tienes una tarea que
realizar. Haz cualquier otra cosa, haz cualquier cantidad de cosas, ocupa tu
tiempo por completo; mas si no cumples con esta tarea habrás perdido todo tu
tiempo.
Rumi
Demandados brutalmente por la supervivencia, algunos, en un
instante de conciencia, advertimos con horror cómo nos tornamos eventualmente
inhumanos...
Algunos devenimos animales... A veces, lobos rapaces, a
veces, ovejas sumisas y apáticas que se dejan llevar amontonadas a no se sabe
dónde.
O quizás, peor, nos volvemos engranajes.
Algunos, pulcros engranajes eficientes, otros, engranajes
rotos y defectuosos que se lastiman más y más a sí mismos y a la "maquinaria" de
que forman parte con cada nueva vuelta.
O quizás, incluso, cansados de resistir, nos parecemos a
cadáveres estrellados por las olas una y otra vez contra un acantilado y le
decimos a eso “acción” o movimiento voluntario.
La psicología humanista, haciendo eco de milenarias tradiciones,
dice que la central tragedia humana consiste justamente en eso. En no llegar a
ser completamente humano (y no “demasiado humano” como decía el enano maldito
que ya todos conocen y que no quiero nombrar para no tener que tocarme un huevo).
Yo tengo para mí que esta “tarea” de la que hablaba Rumi es
justamente ésta de volverse más humano.
Pero, dirán... ¿no es que ya lo somos?
¿Qué significa esto?
El hombre parece ser el único bicho que nace incompleto.
Su “tarea”, por lo tanto, consiste justamente en completarse.
En construirse a sí mismo.
Su “tarea”, por lo tanto, consiste justamente en completarse.
En construirse a sí mismo.
“Bicho incompleto”, podría decirse, es una bastante
ajustada definición de ser humano.
Y esta incompletitud (eso que algunos gustan en llamar “la
falta”) es lo que nos causa angustia.
Tenemos infinitas maneras de distraernos de esa angustia.
La podemos tapar con frivolidad, con consumo, con compulsiones,
con sexo desenfrenado, con acumulación de conocimientos diversos e inservibles,
con adicción al trabajo o a la acumulación de riqueza o a cualquier tipo de
droga, con aturdimiento intencional en actividades frenéticas, con
productividad, quedándonos como un pescado hipnotizados frente al televisor o,
como yo ahora, escribiendo boludeces.
Pero la “verdadera tarea” es la de la realización... la de
volvernos más humanos... aunque sea una tarea que no parezca tener fin.
Por supuesto que no hay una receta única para esto. Le toca
a cada cual encontrar su propio método de humanización.
Pero no es sólo una “auto-humanización”. Es imposible si no
es también una “alter-humanización”. No somos islas.
Eso de “volverse humano” algunos afirmarán que es devenir
más racionales. Otros, que la clave
consiste en ser más emocional. Otros en seguir sin más sus instintos o
(incluso) caprichos (hacer o demandar sólo lo que pide el cuerpo).
Otros muchos, hoy en día, opinan que lo mejor es ser lisa y
llanamente un animal.
Pero no somos ni sólo razón, ni sólo sentimientos ni sólo
instinto y cuerpo. Somos todo eso entreverado de una manera muy característica
y única. Una manera humana, espiritual y comunitaria.
Aunque sé que a muchos les parecerá pretencioso, diré,
parafraseando a Borges, que “lo que en mi barro ha sido bendecido no lo voy a
negar como un cobarde”.
Y, para no ser cobarde, entonces, diré que (en mi opinión) hay formas de “realización”
correctas, pero muchas incorrectas. Que, si bien no hay respuesta única a esa
cuestión, sí hay infinidad de respuestas erróneas o equivocadas. Las
fragmentarias (sólo razón, sólo emoción, sólo instinto, sólo “alma”) son algunas de las equivocadas.
Y las correctas se conocen desde hace miles de años. Nada
en la modernidad aportó nada nuevo a ese desafío. La humanidad lo sabe desde
hace milenios.
Si bien no quiero ahora explayarme en detalle, acotaré que
es lo que Morin rebautizó “religación”.
Porque, en definitiva, nuestra incompletitud, no es
azarosa. Es una incompletitud llena de “ganchos” orgánicos destinados a “religarnos”
con lo que nos rodea. Con la naturaleza, con el entorno social, con el mundo
espiritual, pero, sobre todo, con nuestros prójimos más próximos.
Tenemos la tarea de aprender a religarnos con el otro. A
formar organismos complejos en los que la individuación plena va de la mano de
comunicación profunda con los demás.
En el aislamiento no hay salvación.
La salvación está en el amor.
En la construcción de amistades profundas y significativas.
Nadie se realiza solo.
Nadie se realiza sin ayudar a realizarse a otros... y sin ser ayudado por otros.
❤..bello Pablis��
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