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COSAS Y USOS


Todos sabemos que un oboe fue una cosa fabricada para hacer música
Todos sabemos, también, que a más de uno puede ocurrírsele usarlo como consolador.
Todos sabemos que un martillo es una cosa para clavar clavos.
Todos sabemos que muchas veces también fue usado para aplastar cabezas.
Todos sabemos que un libro sirve para informar.
Todos lo usamos alguna vez para nivelar las patas de un mueble.
Heidegger hablaba de los útiles (cosas que sirven para hacer algo) como extensiones del yo.
Pero esas extensiones, sabemos, pueden ser usadas para expandirlo o para ahogarlo.
Para desarrollar su creatividad o para hundirse en la mera repetición.
Siempre el sujeto y no el objeto será el que tiene a ese respecto la última palabra.
Mi viejo era una de esas personas que usaba las cosas, creo que por vago, de manera extraña a su propósito de fábrica.
Así, el depósito del baño había que activarlo con un cucharón de madera y la puerta de la heladera estaba atada con alambre y trabada con una birome.
Yo no heredé nada de esa inventiva práctica, aunque sí la vagancia.
Pero, incluso cuando usamos las cosas de manera aproximada a su función original, hay todavía una infinidad de variantes dadas por la subjetividad de cada cual.
Unos escuchan música para inspirarse.
Otros para atontarse.
Unos leen para pensar.
Otros para repetir.
Unos tienen sexo para amar.
Otros para someter.
Unos para comunicarse.
Otros para aislarse.
El "cómo", nuevamente, sigue siendo mucho más importante que el "qué".
¿Y por casa cómo andamos?
Como sea, creo que vale la pena, cada tanto, parar a repensar los usos que les damos a las cosas. Aún (y sobre todo) a las que estamos más acostumbrados.
Y ahora pensemos en las redes sociales.
¿Cómo las usamos?
Se ve a menudo gente que se rasga las vestiduras contra ellas con el discurso (estúpido) de que sirven para estupidizar gente.
Como si los estúpidos no viniéramos practicando desde antes de usarlas.
Si éstas no existieran usaríamos otra cosa para lo mismo.
No deja de asombrarme la cantidad de reacciones fóbicas que siguen causando las nuevas modas tecnológicas.
Recuerdo unas discusiones con una profesora que odiaba los juegos para computadora cuando yo había presenciado en mis hijos el desarrollo de su inteligencia por medio de los mismos.
Lo que sí me parece cierto, es que tiene que haber cierta intencionalidad para usar las cosas de manera positiva. De forma humanizante y no alienante.
De nuevo, la clave está en la forma.
No voy a preguntar cómo usan las redes para que no me mientan mucho.
Prefiero preguntar qué usos creativos, no tradicionales, les dan a las cosas en general.
Ejemplos.

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