Ir al contenido principal

ELOGIO DE LA MENTIRA


Si hay algo verdaderamente verdadero que podría decirse de todo ser humano, es que nació para mentir.
Por eso el relativismo es una idea tan frustrante.
Si todo es relativo ¿cómo carajo voy a hacer para decir mentiras? ¿cómo me las voy a apañar para mentir si cualquier cosa puede ser, desde algún punto de vista, cierto?
No. Es demasiado. No me jodan así.
Si todo es relativo, es imposible mentir.
Y todos queremos conservar ese derecho inalienable de nacimiento.
La verdad es imprescindiblemente necesaria para poder mentir.
Pero hay mentiras y mentiras.
Hay mentiras sublimes.
Hay mentiras patéticas.
Una verdadera obra de arte es una mentira sublime.
Las utopías sociales son mentiras sublimes y movilizantes.
Toda repetición de cualquier verdad escuchada de otro es una mentira patética.
Repetir es mentir.
Incluso cuando repetimos que uno más uno es dos.
Y la mayor parte del tiempo mentimos de esta aburrida manera.
Mentimos por impostura.
Hacemos como que somos otro porque queremos su crédito.
Y eso es envidia.
El hombre brutalmente honesto consigo mismo sabe que cada vez que dice una verdad, miente.
Pero, por supuesto, eso no quiere decir que deje de hacerlo.
El riesgo es convertirse en un lavado relativista.
Como el asno de Buridán (que se muere de hambre entre dos pilas de comida por no saber cuál elegir) sería el hombre que no miente.
Parado entre dos verdades, quedaría inmovilizado por la duda.
Pero no.
Elegimos una de las verdades e ignoramos la otra... por un tiempo.
Al rato, cuando ya nos saciamos de la verdad elegida, comenzamos a sospechar que más apetitosa era la otra.
Claro que lo mismo nos hubiera sucedido si hubiéramos elegido al revés en primer término.
¿Y por qué somos tan retorcidamente idiotas?
Digamé usted, si quiere o puede... o se le ocurre alguna mentira contundente.
Yo arriesgaré ésta:
Porque llevamos un infierno potencial en cada uno de nosotros: el aburrimiento.
Creo que Dante, cuando se imaginó su infierno, se olvidó de este detalle (o quizás no, y yo me estoy olvidando de que se lo acordó (Cagnone ayudame)).
Hasta donde me acuerdo, ninguno de sus torturados parece aburrido.
El sufrimiento no es aburrido.
El aburrimiento es el peor de los sufrimientos.
Y por eso buscamos sufrir.
Para no aburrirnos.
Y por eso, también, mentimos... porque queremos sufrir... para saber que estamos vivos.
Por supuesto, nada de lo que acabo de escribir es cierto.

Comentarios