Si le preguntamos a alguien por qué hizo tal cosa, recibiremos como respuesta puras mentiras: las racionalizaciones y justificaciones que lo hacen parecer sensato y aceptable por el sentido común social.
Si le preguntamos, en cambio, "para qué" lo hizo y, accesoriamente, "para quién" lo hizo (ante la mirada imaginaria de qué personas concretas) quizás, a veces, esa persona encuentre sus verdaderos motivos.
Los motivos del cuerpo suelen no ser los mismos que los motivos de la mente.
El cuerpo quiere vivir. Y, a veces, y simultáneamente, también quiere morir.
La mente sólo se dedica a distraernos de la angustia que eso nos desencadena.
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