Diga el tipo lo que diga o le parezca lo que le parezca, nada le importa más (como a cualquier otro humano) que ser visto: ser reconocido como "algo" distinto del paisaje, como figura que se destaca sobre el fondo. Y esto está bien, porque lo contrario lo pone en riesgo de que lo sieguen mientras están cortando el pasto. Todos necesitamos ser reconocidos. No hay otra manera de lograr idea alguna del "sí mismo" (self) que no pase por la mirada del Otro. Ya decía H.G. Wells que no hay mayor tortura para el hombre que la de sentirse invisible. Pero la cosa es que ese mismo impulso no está libre de ambivalencia. Porque llega un momento en que, cuanto más visto es el tipo en cuestión, también más se convierte en "presa": inevitablemente, entre los que lo reconozcan como "algo distinto del paisaje", algunos lo van a querer usar como blanco de tiro, o como comida. Y entonces, se desencadena la ansiedad: ¿hasta qué punto tendrá que resaltar como para
Compartiendo Psicología