Hasta donde sé, creo que fue Lacan el que acuñó el concepto
para la psicología. Aunque sospecho que lo sacó de Heidegger o algún
existencialista...
Lo contrario a palabra hueca (o vacía) es, como cualquiera
puede deducir, palabra plena (o llena).
Pero esto puede ser un problema, porque muchos parecen
creer que “palabra llena” significa “llena de sentimiento”... y así viven
repitiendo boludeces melosas sin ningún significado práctico para su propia
vida, salvo el de mantenerlos en el limbo tibio de la inautenticidad. En una
especie de hipnosis ligeramente placentera pero estéril, como la de la rana en
la olla a la que le van calentando el agua gradualmente hasta hervirla viva.
Como si estuvieran drogados de aforismos.
¿Y qué carajo tiene esto que ver con la neurosis?
Bueno, en mi opinión, todo.
La neurosis se expresa por completo en el territorio de la
palabra.
Y, por lo tanto, se puede abordar en el mismo territorio.
Como se sabe, la palabra es síntoma, veneno y cura.
Y, en la neurosis, se podría decir que hay como cierta
disociación entre palabra y carne, por decirlo de algún modo.
Y de eso justamente se trata la palabra hueca.
De una disociación.
Por eso esto de que es el principal síntoma de la
disociación neurótica.
Pero, como ya dije, no es una mera disociación con los
sentimientos.
Es más parecido a una disociación con la realidad.
Como si hubiera una especie de neblina de palabras entre la
realidad y nosotros mismos que las decimos.
Como si las palabras mismas, que deberían significarla (a
la realidad) nos la ocultaran o difuminaran.
Es mucho más fácil descubrir la palabra vacía en otros que
en nosotros mismos.
Creo que todos sucumbimos a ella, pero en distintas
proporciones.
Hay gente que sólo abre la boca para repetir algún lugar
común, o frase hecha, que le dicen.
Otros, a veces mucho menos instruidos, tienen un decir (o
escribir, ya que estamos en facebook) mucho más consistente. Un decir que uno percibe que está
más hecho carne en ellos. Que es para sí mismos, algo pleno de significado.
No sé cómo explicarlo mejor, pero creo que todos tenemos la
experiencia de escuchar a alguien que nos parece sensato, que no es un mero
repetidor.
No tiene nada que ver con la inteligencia. Es otra cosa.
A mí me da la sensación de que el tipo (o la tipa) no habla
para quedar bien sino que dice algo que le importa. Como si lo tuviera clavado
como una espina en alguna parte. Como si, más que con el sentimiento, tuviera
que ver con la sensación. Una sensación física, carnal, epitelial. Como el
calor o el frío.
Algo ante lo cual se siente, en cierta medida, responsable,
comprometido con la respuesta.
Pero la palabra vacía es la más que se ve porque, tengo
para mí, es uno de los signos más universales de neurosis, de inautenticidad.
Paradójicamente, si bien no es culpa del que repite
hacerlo, porque no se da cuenta de que lo hace, es su responsabilidad dejar de
hacerlo. Nadie puede hacer esta transformación por él. Y esta transformación es
necesaria para alcanzar una vida más realista.
Y, en mi opinión, el primer paso es desarrollar cierta
sensibilidad para detectar la palabra vacía. Pero eso, como dije, es más fácil
descubrirlo primero en los demás que en uno mismo.
Así que sí, hay que mirar al
prójimo... y juzgarlo. O sea, mirarlo con cierto sentido crítico.
Aunque sea dicho con las mismas palabras, no significa lo
mismo algo dicho por quien lo vivió que por quien lo repite sólo porque lo
escuchó de otro. Algo sustancial se perdió en esa repetición.
Para desarrollar esta capacidad de diferenciar palabras
llenas y vacías uno puede empezar por tener presentes algunas premisas:
- Que algo se repita muchas veces o por muchas personas no quiere decir que sea cierto para el que lo dice.
- Cuanto más se repite más se vacía de significado.
- Que el que lo dice se emocione al hacerlo no dice nada de su autenticidad para el emisor.
- Tampoco es suficiente que algo sea fácticamente verdadero. Que el fuego quema es verdadero, pero sólo es auténtico para el que alguna vez se quemó.
- Una cosa no deviene auténtica para nosotros porque la dicen los que nos rodean, o nuestro grupo de referencia, o la escuchamos de alguien que nos cae bien... aunque lo más frecuente es que creamos que así es.
- La distorsión perceptual que nos hace creer que “palabra llena” es palabra con sentimiento, es la misma que nos hace creer que somos más auténticos cuando hacemos o decimos lo que sentimos sin importarnos el impacto que eso pueda hacer en los demás.
- En esta cuestión de “los demás” pienso que puede haber una clave o “hilo de Ariadna” que nos ponga en la pista para encontrar nuestra palabra plena.
- Cuando decimos ¿para quién decimos? ¿y con qué intención? ¿realmente intentamos decir algo que al otro le sirva? ¿o sólo estamos mandándonos la parte? ¿o llenando un vacío incómodo? ¿o escondiéndonos detrás del ruido que hacemos al hablar?
Como dijo Lacan, la terapia no empieza hasta que se sale de
la palabra hueca. Hasta que se pronuncia una palabra llena.
Pero parecería ser que siempre (no tengo pruebas, pero me
atrevería a decirlo) la frontera que nos separa del acceso a esa palabra llena
es la palabra dolorosa.
Mientras permanezcamos en la evitación de la palabra
dolorosa seguiremos fuera del territorio de la palabra llena.
Por supuesto que el dolor también puede ser una trampa o
una ciénaga. No hay que olvidarse de que el dolor es sólo una frontera. El que
se queda empantanado en el dolor tampoco accede a la palabra plena.
Antes de terminar, quiero aclarar que, por supuesto, es
imposible no repetir.
Todos lo hacemos.
La repetición es también una forma de aprendizaje.
El
problema es cuando quedamos hipnotizados con ella y nunca accedemos al
significado.
Es como si desarrolláramos una especie de idolatría del
símbolo y nos olvidáramos de mirar a la cosa simbolizada.
Es, en definitiva, otra anestesia.
De esas que nos insensibilizan y, al fin, nos matan.
Pablo Berraud
Excelente!! Muy interesante la diferenciación entre palabras vacías y llenas!! Gracias!!
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