Ante todo quiero dejar constancia desde el vamos de que el
tema es superior a mis fuerzas.
Por eso me limitaré a esbozar sólo algunas líneas posibles
de pensamiento para que, quizás, alguien
más inteligente, instruido y, sobre todo, más dedicado que yo, pueda abordar un
estudio serio, sistemático y profundo de lo que, intuyo, es un tema bastante
importante, por sus alcances psicológicos y existenciales.
Mi intento ahora no es más que sacarme de encima un par de
ideas que me escuecen la mente para no seguir obsesionado con las mismas y
poder continuar sacándome la pelusa del ombligo sin más perturbación.
En resumen, lo que me impide ahora profundizar el tema de
la banalidad es mi propia banalidad.
Pero bueno... es lo que hay...
El diccionario dice que banal es algo vulgarizado, común y
sabido de todos, algo trivial, que
carece de sustancia, es superficial o resulta insignificante.
Decir que alguien tiene una “existencia banal” es como
decir que está viviendo al pedo.
Pero si eso fuera todo, no sería tan grave....
La cuestión es que la propia banalidad, frecuentemente, le
termina jodiendo la vida a los demás.... y también a uno mismo.
La banalidad tiene varias aristas pero creo que hay una relación de causalidad mutua,
bastante estrecha entre banalidad y mezquindad.
A la manera de dilema entre “huevo y gallina”, entre
banalidad y mezquindad, no puedo terminar de discernir qué viene primero.
Descriptivamente, en un adulto promedio, suelen verse
retroalimentándose mutuamente.
Cuanto más mezquina es una persona, más banal tiende a
ser... y viceversa.
Pero me parece que es más fácil operar sobre uno mismo
sobre el costado de la mezquindad que sobre el de la banalidad. Sólo por el
hecho de que va a ser más perceptible para uno cuando tiene actos mezquinos, que actos banales.
Son más evidentes y gruesos.
Son más evidentes y gruesos.
Porque, por definición, alguien banal o superficial, va a
tender a encarar sus limitaciones de una manera banal y superficial.
Entonces, así como es muy difícil secar el agua con un
trapo mojado, es complicado “curar” la banalidad con un abordaje banal.
Desde esta perspectiva, parecería que el sujeto está
atrapado en su propia inconsistencia. Porque sus herramientas están hechas del
mismo material que su problema.
Y, si el martillo es más blando que el clavo, el clavo
quedará incrustado en el martillo.
En cambio, la mezquindad es algo más conductual. Más cuantitativo que cualitativo.
Por eso, quizás, poner atención a ser menos mezquino puede
ser más fácil de detectar por una atención banal.
Como dije, sólo porque es más “grueso”, se vuelve más fácil de ver por
el propio agente.
Freud ya había identificado a la mezquindad como uno
(entre otros) de los signos patognomónicos de los trastornos obsesivos.
Creo que tal vez se podría decir que la conducta obsesiva es una
especie de defensa global por la vía de la banalidad.
La excesiva atención a los detalles irrelevantes, la
pulcritud exagerada e innecesaria, los rituales ridículamente estériles e
inapropiados, la protocolización de lo nimio, son, entre otros, muestras de
esta especie de tendencia a prestar atención a lo insignificante.
Atendiendo al axioma de que el problema central de todo
neurótico es que no se conoce a sí mismo, se puede suponer que la cosa
se complica cuando él mismo decide autoetiquetarse de manera banal a la hora de
presentarse ante los demás.
Los dos autoetiquetajes más globales y superficiales son
los del que dice de sí mismo “soy bueno” o “soy malo”.
Es más que sugerente (al menos para mi) el hecho de que
esta cuestión de la banalidad se relacione tan estrechamente con la cuestión
ética.
También es sugerente que una de las primeras reacciones más comunes de aquellos que quieren salirse de la banalidad, sea justamente adherir al relativismo ético. Es decir, se pongan a afirmar que no hay conducta humana que pueda identificarse con claridad como “buena” o”mala”.
También es sugerente que una de las primeras reacciones más comunes de aquellos que quieren salirse de la banalidad, sea justamente adherir al relativismo ético. Es decir, se pongan a afirmar que no hay conducta humana que pueda identificarse con claridad como “buena” o”mala”.
Mi percepción (obviamente subjetiva) es que no hay mayor
diferencia entre un boludo moralista y un boludo relativista. Porque la
cuestión trascendental no está en la adhesión ética sino que la misma está
determinada por la banalidad.
En otras palabras: no importa lo que haga un boludo, ninguna acción concreta lo salvará de su boludez.
La “salvación” va por otro camino: el de dejar de ser un boludo.
Y, para eso, lo primero que uno debe intentar es dejar de seguir haciéndose el boludo.
En otros términos, empezar a tomar responsabilidad plena por sus propios actos (no andar echándole la culpa a los demás, el destino o las circunstancias).
En otras palabras: no importa lo que haga un boludo, ninguna acción concreta lo salvará de su boludez.
La “salvación” va por otro camino: el de dejar de ser un boludo.
Y, para eso, lo primero que uno debe intentar es dejar de seguir haciéndose el boludo.
En otros términos, empezar a tomar responsabilidad plena por sus propios actos (no andar echándole la culpa a los demás, el destino o las circunstancias).
La banalidad del mal.
Es bastante común que, en ámbitos semibarnizados de cultura
humanística, cuando alguien menciona el término “banalidad” algún comedido se
acuerde de Hanna Arendt.
Para los que tienen la dicha de no participar de tales
círculos insanos he de decir que la susodicha pasó a la historia popular por la
acuñación de dicha frase:
<<
Fue como si en aquellos últimos minutos [Eichmann] resumiera la lección que su
larga carrera de maldad nos ha enseñado, la lección de la terrible banalidad
del mal, ante la que las palabras y el pensamiento se sienten
impotentes.>>
Más allá de la frase de Arendt. Las investigaciones sobre
este tema que se hicieron más famosas fueron las de Milgram y Zimbardo.
La de Milgram consistía en engañar a un boludo para
persuadirlo de que torture a otro con descargas eléctricas con la excusa de
estar haciendo un experimento sobre aprendizaje. El boludo asentía (y,
consecuentemente, torturaba) porque el que lo instaba a hacerlo era una
supuesta “figura de autoridad” (otro boludo pero con guardapolvo).
El caso de Zimbardo es más conocido como el experimento de
la prisión de Standford. Éste es todavía más sugerente, porque los boludos en
cuestión (sujetos de prueba) eran estudiantes universitarios militantes por los
derechos humanos. Pero, cuando se ponían un uniforme, se transformaban en
torturadores sádicos.
De ahí la frase que dice que más peligroso que un malvado
es un boludo...
Porque el malvado suele ser previsible... el boludo no...
puede hacer la mayor atrocidad sin darse cuenta... creyendo que obedece la ley o
por pura imitación mimética...
...esto lo tendría que seguir pero ahora no tengo ganas...
...esto lo tendría que seguir pero ahora no tengo ganas...
La banalidad del bien.
<<Los
hombres “buenos” nunca dicen la verdad>>
Nietzsche
Nietzsche
Es mi opinión que pocas cosas (por no decir ninguna) son
más perniciosas en una persona (para sí misma y para los que tiene cerca) que
la ilusión de creerse buena.
Entiéndase bien.
Creo que (como ya dije en otra parte) todos (o casi todos) en cierta medida buscamos el bien.
La clave estaría acá, justamente, en el “en cierta medida” y en el “buscamos”. En eludir la tendencia a absolutizar.
Creo que (como ya dije en otra parte) todos (o casi todos) en cierta medida buscamos el bien.
La clave estaría acá, justamente, en el “en cierta medida” y en el “buscamos”. En eludir la tendencia a absolutizar.
Me refiero a otra cosa.
A una especie de autohipnosis que algunos parecen
padecer. Como si cada mañana se plantaran frente al espejo para decirse
repetidamente que no hay nadie más bueno que ellos mismos.
A una especie de infatuación de la bondad basada en
signos exteriores superficiales. Como si, por ejemplo, para ser bueno sólo
bastara con sonreir.
Como si no se pudiera hacer el mal sonriendo.
Como si no se pudiera hacer el mal sonriendo.
Y el problema es que, quien se cree que es bueno, no siente necesidad de hacer ningún esfuerzo para tratar de serlo. Supone que cualquiera de sus actos va a emanar bondad de manera mágica e incandescente.
En esa ingenuidad reside la raíz de su maldad
potencial.
En el perder de vista que el bien y la justicia precisan
atención permanente. De ahí la famosa frase de las buenas intenciones como
empedrado del camino al infierno.
Pero esta “ilusión de
bondad” parece operar en el psiquismo del pobre tipo como una especie de
petición de principio. Se siente eximido de preguntarse por la característica
particular de cada uno de sus actos. Parte de una lógica deductiva falaz que
dice “si soy bueno, por lo tanto, todos mis actos lo son”.
De esa manera, si alguien cometiera la imprudencia de
señalarle ingenuamente algún mal cometido, será sin duda objeto de su indignación.
Porque asumirá que, no un acto aislado, sino toda su identidad se está poniendo
en tela de juicio.
Justamente porque la banalidad tiende a juzgar totalidades.
Quizás, si no le queda otra que reconocer que alguno de sus
actos tuvo resultados desastrosos, tenderá a defenderse diciendo que no era su
intención.
Es cierto (al menos para mí) que el valor ético de un acto
(dada la aleatoriedad de las circunstancias) sólo puede juzgarse por sus
intenciones. Nadie está exento de hacer un mal queriendo hacer un bien (o
incluso viceversa).
El problema acá es que el individuo superficial, ni siquiera conoce
cabalmente sus intenciones. Ni se toma la molestia de escrutarlas.
Parte, como ya dije, de la petición de principio de “ser
bueno” y deduce de ahí lo demás.
Cabe aclarar también que todos somos un poco hipócritas al respecto.
Pretendemos ser juzgados siempre con más indulgencia que
como juzgamos a los demás.
La vida de relación, en cierta forma, por una cuestión de
autopreservación, nos induce a aparentar ser más buenos de lo que creemos ser,
para lograr ser amados. A veces, incluso, a obrar en contra de nuestros
sentimientos en vista al mismo fin.
El problema aparece, como siempre, cuando “compramos”
nuestro propio personaje. Porque ahí es cuando nos volvemos ciegos a nosotros
mismos y, por lo tanto, peligrosos.
La lógica hedonista de la sociedad líquida, que preconiza
que jamás hay que sentir culpa, jamás parar a hacer balance de la propia vida (porque
hay que “vivir el presente”) y, sobre todo, jamás arrepentirse de nada,
contribuye en gran medida a este acrecentamiento progresivo de la banalidad
global.
El hedonismo, en síntesis, es también una importante causa de la banalidad.
Para terminar, creo que una de las cosas que más banaliza la
vida es la tendencia a la hipersimplificación.
La inclinación a asumir frases hechas como si fueran verdades solemnes y
tender continuamente a meter situaciones parecidas (pero no iguales) en conceptos globales
estandarizados (es un negro, es una puta, es un drogadicto, es un facho)...
Así, también, por ejemplo, sentimentalistas y racionalistas viven pensando
que el estúpido es el otro, por no aceptar la parte de la verdad que ellos
mismos están viendo, pero sin advertir que son ciegos a la otra....
Lo mismo pasa con los creyentes y los incrédulos, los
materialistas y los espiritualistas, los de izquierda y los de derecha, etc,
etc, etc...
El pensamiento banal tiende muy fácilmente a caer en la
noción de “enemigo”.
Justamente por la tendencia a simplificar toda la realidad en pares de opuestos....
Justamente por la tendencia a simplificar toda la realidad en pares de opuestos....
Y entonces "enemigo" es aquél que está mirando desde otro ángulo la
misma cosa.
Es, en definitiva, la carencia de visión circular...
abarcativa.
Pero, también, asumir lo anterior de manera banal nos puede
llevar a un relativismo lavado y descomprometido que nos impida discernir qué
cosas o actos humanos son buenos y deseables y cuáles malos y rehuibles...
En fin... no es fácil...
Porque también, es el horror a la incertidumbre lo que nos
lleva a intentar afirmarnos en declaraciones definitivas y estancas.
¿Cuál es la solución?
Para mi, la complejidad...
Soy conciente que esto dicho así no significa nada o casi
nada, y que sería necesario un libro entero (o varios) para lograr un mínimo
vislumbre de la cosa...
Como es imposible hacerlo acá, y además estoy vago, voy a
dejar que cada cual lo investigue por su cuenta...
Vale si por lo menos dejé alguna inquietud al respecto...
Saludos varios....
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