El enojo (tal como una embriaguez) degrada el “estándar ético” habitual del tipo.
Enojado, el tipo se permite hacer cosas que él mismo condenaría estando "sobrio de enojo".
Y eso no es sólo "porque no lo puede evitar".
Además de la compulsión al acto (agresivo), el enojo produce paralelamente en el tipo, pensamientos autojustificatorios (racionalizaciones) que posibilitan la desinhibición del acto agresivo.
Por ejemplo, atribuyendo masivamente "la culpa" de lo que está pasando a los sujetos sobre los cuales se canaliza el enojo, omitiendo por completo la propia responsabilidad en lo que sucedió.
¿Pero qué vendría a ser eso del "estándar ético"?
El tipo construye su estándar ético durante su vida (por prueba y error) como "aparato captador de amor".
Es decir, el tipo "quiere ser bueno" porque la internalización de la norma social (encarnada en las reacciones de los demás hacia los propios actos) lo persuadió de que ésa es la manera de conseguir amor.
Esto no es degradante ni indigno: es la forma de convertirse en persona.
El psicópata es tal porque sus experiencias tempranas lo persuadieron de que conseguir amor es imposible y entonces desiste del esfuerzo para adquirirlo. Por lo tanto, no tiene ningún sentido para el psicópata desarrollar ningún "estándar ético" (aunque sí puede apreciar las ventajas de aparentarlo).
Pero para los demás sí, en la medida en que se den cuenta de que necesitan ser amados.
El arrepentimiento que adviene cuando pasó el enojo es la angustia de haberse producido a sí mismo una mengua en la capacidad de lograr ser amado.
Paradójicamente, lo que por lo general dispara el enojo, es la duda que le agarra al tipo de repente acerca justamente de su capacidad de hacerse amar:
Cuando el otro pone en duda su merecimiento de ser amado.
De esta manera el enojo, produce lo que más teme: la pérdida de "amabilidad" (capacidad de producir amor de los demás hacia sí mismo).
Pero por supuesto que la cosa no se cierra tan primorosamente.
Es claro que ese "estándar ético" que el tipo tiene para ser amado, es una construcción de la propia subjetividad.
Si bien está desarrollado en cierta conformidad con los estándares sociales (lo cual por otra parte no quiere decir que estén automáticamente bien sólo por ser consensuados) el estándar ético particular del tipo es una reacción adaptativa a las reacciones de los demás. Por lo tanto, nada asegura que esas reacciones hayan sido las más "amables" ni las más sanas.
Ya no sorprende en estos días decir que tener cuidadores medianamente "apropiados" es más poco probable que sacarse la lotería.
O, dicho de otra forma, que nadie tiene la más puta idea de cómo ser padre.
Una cosa es el amor como sentimiento y otra el acto de amar.
De lo que se puede dar cuenta es del acto de amar.
Por eso, no del sentimiento sino del acto de amar es de lo que se puede evaluar ventajas o desventajas.
Porque está claro que el acto de amar es lo más idiosincrático que hay.
Puesto que el tipo es un ser social, el tipo es su forma de amar.
Que, como todo acto social humano, es un hecho comunicativo.
Y como todo acto comunicativo, tiene tanto "ruido" como el emisor, el receptor y el medio aportan en el instante de la comunicación.
O sea, ni siquiera es, necesariamente, un ruido "endémico" del emisor. Puede ser circunstancial y eventual, aunque reiterativo.
Así que, por ejemplo, ante cuidadores despóticos, el tipo puede concluir que, para ser amado, hay que ser sumiso. O que el amor es el consuelo que viene después del golpe.
Si el tipo no tuviera ningún mecanismo emocional para cuestionar eso en el transcurso de su vida, jamás podría cambiar esa modalidad vincular.
El enojo, por las características dichas más arriba de "pérdida de amabilidad", permite poner en cuestionamiento el propio estándar ético... y correrse de la situación de abuso.
¿Y entonces?
¿Todo es relativo?
Para mí que no.
Tiene que ver, creo, con quién es la víctima y quién es el victimario.
En el victimario, el enojo acentúa el síntoma:
Deshumaniza al actor, al receptor y a la situación.
En la víctima, el enojo puede actuar como cuestionador del síntoma.
Y puede ser el único recurso de supervivencia.
Para el que cosifica, el enojo funciona a favor de la cosificación,
para el cosificado el enojo le sirve para cuestionar la misma.
El enojo sano es el de aquel que creía no tener el derecho a enojarse.
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