Muchas de discusiones repetitivas en las parejas (o cualquier otro vínculo bilateral) tiene que ver con el tópico de "quién tiene razón", o, dicho más dramáticamente, "quién es el dueño de la verdad".
Y, como si esto fuera poco problemático en sí, a esto se le agrega que "la verdad" que una de las partes pretende que sea reconocida por la otra, lleva más o menos implícita cierta descalificación del destinatario.
"Si me reconociera que es egoísta yo le podría perdonar" es el núcleo semántico de las disputas eternas en las parejas.
Muchos no perciben la cuestión de poder que gravita en la frase citada. La exigencia de humillación del otro que subyace a la pretensión de tener razón.
Las palabras, decía Huxley, son como el láser, atraviesan cualquier cosa. Crean realidades pero también las degradan, hasta hacerlas invivibles, inviables, inhabitables.
Por eso es importante, mucho más que el "qué" estoy diciendo, preguntarme "para qué" lo quiero decir. Si es para competir o para colaborar. Si es para construir algo con el otro o es para demostrarle al Universo cuál de los dos es "mejor". Como si al Universo le importara.
En síntesis, fértil es lo que construye puentes, estéril es lo que nos aísla.
Cuando te quedes sol@, todo lo que digas va a ser verdad... pero no va a servir para nada.
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