Ya desde muy antaño en occidente conocemos esa metáfora que señala que, para "ver la luz", hay que caerse del caballo. Parecería que, mientras tanto, uno vive cegado por el espejismo voluntarista y meritocrático. Es natural y sano tener miedo al fracaso (tanto en lo vincular, como en lo laboral o lo social) y también existen los que lo generan inconcientemente como una especie de autocastigo. Esto último, por supuesto, no me parece sano tampoco. Pero también me parece que la humildad necesaria para comprender a los otros (y a uno mismo) como seres necesitados de los demás no puede venir de ninguna otra parte que desde el derrumbe de nuestra omnipotencia. Claro que fracasar puede resultar traumático. Pero agradecer el fracaso es el principio de la sanación Pablo Berraud
Compartiendo Psicología