De los que en algún momento construyó (más o menos
concientemente) a fin de defenderse de vaya uno a saber qué amenazas
imaginarias (o reales).
Es más, quien crea tener (o ser tenido por) sólo un único personaje, posiblemente se engañe.
Es más, quien crea tener (o ser tenido por) sólo un único personaje, posiblemente se engañe.
Es mi opinión que, por lo general, tenemos (o nos tienen) muchos.
Somos legión.
Somos legión.
La mayoría de nosotros, creo, podrá identificar al menos tres personajes bastante diferenciados: el de la intimidad de la familia, el de las amistades, el del trabajo.
Tendemos a pensar que el de la intimidad será el más auténtico.
Eso no es necesariamente así.
Algunos podrán ser más auténticos con los amigos, otros en el
trabajo.
Como sea, en cada uno de los ámbitos, nuestro personaje expresa
alguna faceta de nuestra persona.
El tema complicado, me parece, es cuando uno (o pocos)
personaje(s) se comen toda la película.
Cuando crece(n) a tal punto que se ahoga la persona.
Cuando crece(n) a tal punto que se ahoga la persona.
¿Pero qué es la persona?
(O, mejor dicho, ¿en qué sentido pretendo usar este concepto
ahora?)
Entiendo a la persona como la dimensión ética/creativa de la
propia vida.
Mientras que el personaje
sería la dimensión estética (en el sentido mismo en el que Kierkegaard lo
pensaba: el mero aparentar).
Yendo a los extremos, se podría decir que está el que renuncia a sus principios por "gustar" y el que los usa para "gustar" (o encajar, como se dice).
En ambos casos, el personaje estaría haciendo lo suyo, pero de distinta forma.
Lo más frecuente, es que seamos una mezcla de estos dos
extremos.
A ver si lo puedo explicar mejor...
Cuando uno vive completamente "en la superficie", tiende a amoldar toda conducta a la "necesidad de encajar" en cada
contexto aleatorio en el que se encuentre.
Hay algo de "adaptativo" en eso (en sentido sano del
término).
No podemos sobrevivir sin mimetizarnos (aunque sea parcialmente)
con la trama social.
Todos tenemos la "necesidad
de ser parte de".
Es mi opinión que, quién no siente ningún impulso de
pertenencia, puede llegar a tener cierta alteración patógena de la
personalidad.
El problema surge cuando uno renuncia a toda fidelidad a sus propios principios en vista a esta "compulsión por ser aceptado".
Cuando el personaje se apodera de la totalidad de la conciencia.
Ahí es cuando, en palabras de Heidegger, uno se desliza casi
insensiblemente hacia una "existencia inauténtica".
Recapitulo por las dudas.
Estoy convencido de que "el personaje" es
absolutamente necesario.
Es una herramienta social.
El problema es cuando el personaje es sólo respuesta a la
demanda del contexto.
Cuando la propia "noción
de identidad" se desvanece.
Por eso creo que es un trabajo de toda la vida la construcción
de un personaje que exprese a la persona.
El “desafío” sería la integración entre persona y personaje.
Todos queremos "ser amados".
El problema es cuando, por ser amados, dejamos de
"ser" (nosotros mismos).
Es como una trampa mortal.
Porque, en ese trámite, perdemos todo lo que sería digno de
amar.
Nos perdemos a nosotros mismos.
Y nadie ama a una estatua o a una caricatura (salvo que esté
bastante trastornado).
También me parece importante saber desde el vamos, que en este "elegirse a sí mismo como tarea" (como quería Kierkegaard) elegimos inevitablemente desagradarle a muchos.
Ser uno mismo, así como es requisito para ser amado, también nos
pone en el trance de no poder evadir el hecho de ser odiados.
Pero qué se le va a hacer...
Quien quiere "ser amado por todos" se vuelve tan
volátil que pierde el derecho a ser amado por alguien.
Por el simple hecho de que deja de ser sí mismo.
Dejar de ser alguien.
Pero
¿cómo se logra el ser?
Ahora quiero decir que, la tridimensionalidad
del ser, no se consigue enfocándose sólo en los vínculos.
También parte de la atención tiene que estar dedicada a "la tarea".
Creo que una particularidad de la naturaleza humana es que uno se construye a sí mismo construyendo algo de utilidad social.
Construyendo una "cosa" (que puede ir desde fabricar
arandelas hasta desarrollar sistemas filosóficos).
Uno se construye a sí mismo idóneamente, buscando la idoneidad
en aquello que eligió como tarea en la vida.
Es decir que, para una existencia auténtica, se necesitan tres patas: uno mismo, los otros y la tarea.
Cuando uno quiere ser valorado sólo por “lo que uno es” (prescindiendo de toda "obra") es inevitable que caiga en el narcisismo.
La única manera (al menos en mi opinión) de no caer en un
narcisismo patógeno a raíz de esta necesidad universal de ser amado, es
enfocando la atención en el tercer punto: la tarea.
Hay una diferencia cualitativa esencial en querer ser admirado
por “sólo la linda cara” que por una colección de estampillas (por decir cualquier
cosa).
Porque, en la colección de estampillas, uno tuvo que
descentrarse de sí mismo. Le tuvo que prestar atención a otra cosa.
Paradójicamente, según mi opinión, ésa es la forma más sana de
construirse a sí mismo: a través de algo externo.
Y esto, por supuesto, sin que la tarea alcance tal exigencia
atencional que uno descuide los vínculos.
Porque, hay que decirlo, también está el maníaco dispuesto a
vender a un hijo por una estampilla.
Ése no sería el caso “sano”, obviamente.
Otra cosa importante para tener en cuenta (en esta tríada fundamental -yo, cosas, personas) es que las personas están ahí para ser amadas y las cosas para ser usadas.
Otra tentación frecuente que nos precipita a una existencia
inauténtica es cuando invertimos estas relaciones y terminamos amando a las
cosas y usando a las personas.
Pero bueno... creo que me fui un poco por las ramas...
Dentro de la cuestión de "persona y personaje" es imposible no considerar los elementos psicológicos de la honestidad y la impostura.
Todos tenemos defectos.
Querer ocultarlos para agradar no me parece que sea el camino
correcto.
Y, no ocultarlos, causa necesariamente dolor.
Sin caer en la desfachatez, mantener a la vista los propios
defectos creo que es la mejor manera de corregirlos (aunque nunca sea del
todo).
Si uno se desespera por ocultarlos, también termina ocultándolos
a sí mismo.
Y ahí es cuando cae en la impostura de la existencia
inauténtica.
Otra distorsión que me parece bastante frecuente en estos tiempos es la de confundir autenticidad con espontaneidad (o, en casos extremos, con impulsividad).
Hoy se escucha a gente decir que “es auténtica” cuando lo que
realmente le sucede es que no puede controlar sus impulsos.
La impulsividad puede ser completamente inauténtica.
No hay ninguna relación causal entre impulsividad y
autenticidad.
La impulsividad bien puede ser una forma de evasión.
Frecuentemente lo es.
Es bueno tener presente que la identidad es una construcción.
Casi, diría, a la manera de una obra de arte.
Requiere un fino cincelado.
Requiere cierta “maestría” en su realización.
Hoy algunos tienden a considerar como lo más auténtico de sí
mismos a lo más animal: los impulsos, las compulsiones... incluso el “ello”
psicoanalítico.
Con esta desfiguración de “lo real” como “lo no simbolizado”,
creo que se pierde de vista que “ser humano” es “ser simbolico”, es vivir en la
cultura. O sea, en la simbolización.
La autenticidad es algo bastante más complejo.
No se logra siguiendo el reduccionista consejo de “no te
reprimas”.
Tampoco el de “hacé lo que sientas”.
Es, como ya dije, un trabajo de toda la vida.
Surgen de acá muchas preguntas...
Considerando según lo antedicho, a Persona y Personajes como dos dimensiones necesarias de la propia vida...
¿Cuándo y porqué se producen desequilibrios?
¿Cómo es una persona con mucho personaje? ¿Y cómo es una con poco?
¿Que circunstancias (externas o internas, históricas o actuales) pueden producir estos desequilibrios?
¿Cómo se imaginan que sería alguien equilibrado o “integrado”?
Comentarios
Publicar un comentario