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Enojo y abandono

 



Existir es ser reconocido por un Otro.

La sensación de existir no puede ser construida por uno mismo.

Nos es concedida por la atención de los demás.

No lograr ser "reconocido" (validado, confirmado) por al menos algún otro, es vivido imaginaria o simbólicamente como una amenaza de muerte social.

Y la muerte social, para el ser gregario, no es más que una predicción de la muerte física.

En algún lado del inconciente tenemos la oscura noción de que solos nos morimos.

No es tan raro entonces que, cuando nos hacen sentir prescindibles, intercambiables o innecesarios,  reaccionemos compensatoriamente con enojo.

Y una vez que entramos en enojo, la realidad vincular se vuelve dicotómica.

El desconfirmado siente que la única forma de "recuperar" su consistencia es desconfirmando al otro: hacerlo sentir más prescindible que yo.

Y en ese juego de desconfirmaciones (dentro del cual, por lo general, ninguno de los actores se da cuenta cabalmente de lo que está pasando) se da la escalada simétrica (aumento progresivo de virulencia) que, por lo general, si alguno de ambos no se puede "correr" de esa posición, puede terminar en desastre, incluso en muerte literal, hecha y derecha.

Saber que todo el que te agrede tiene miedo (aunque no lo sepa) es un buen dato para tramitar las agresiones desde un mejor lugar

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