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Mostrando las entradas de octubre, 2024

Mente social

 No hay tal cosa como MI mente o TU mente. Lo único que hay es NUESTRA mente, que se recrea cada vez que nos encontramos o cada vez que nos recordamos. La mente no está en el cerebro, entre otras cosas, porque la mente no es un contenido,ni un continente... es una actividad. La mente no está EN mi,  está (sucede) ENTRE nosotros,  o sea, AFUERA de mi.

YO SOY... ¿para el Otro?

  ¿A qué viene este impulso humano de querer "autodefinirnos"? ¿Qué estamos diciendo cuando decimos "yo soy... (tal o cual cosa)"? Pero, más importante: ¿a quién se lo estamos diciendo? Nuestro "yo soy" (nuestro significado personal) no tiene sentido fuera de un contexto vincular o social. Las reacciones de los demás son el significado de nuestra conducta, decía (más o menos) George Mead. O sea, aquello que creemos ser, es lo que las reacciones de los demás a nuestra conducta nos hicieron creer que somos. Si siempre nos miraran con asco pronto estaríamos convencidos de "ser" repugnantes. Es imposible referir al "yo soy" las propias acciones sino es a través de la reacción de los demás a las mismas. Las reacciones de los demás son, en consecuencia, nuestro "yo soy". ¿Y por qué nos determina esto tanto? Porque la función gregaria del "yo soy" es ser querible (valorable), digno de ser amado (tenido en cuenta). Lograr se

La esencia de lo humano es la contradicción

  La esencia de lo humano es la contradicción: Cuando creo que crezco, quizás hay un aspecto en el que, simultáneamente, me envilezco o me traiciono o me distraigo y de tan orgulloso me caigo del balcón o pierdo el perro en una plaza. Cuando me encarrilo y me pongo serio, me descarrilo de la otra dirección en la que lo importante está por fuera de lo serio. Cuando yerro, acierto en otro juego que no percibo estar jugando, pero que reconoceré más adelante. Cuando acierto puedo estar cometiendo el peor error de mi vida según mi propio juicio de 20 años después. Estar convencido, probablemente será la mejor receta para estar obstinadamente equivocado. Estar desesperanzado puede ser imprescindible para ponerme creativo. Y estar desorientado puede terminar siendo esencial para encontrar lo que necesitaba. Afirmar simultáneamente los opuestos puede ser la fricción que produzca la chispa que clarifique por un instante la oscuridad que a veces nos impone la luz del sentido común. Pablo Berraud

LOS PELIGROS DE SER COHERENTE

La necesidad de coherencia en el ser humano es fundamental.  Pero también puede ser catastrófica. Hay varios tipos de coherencia pero ahora me refiero a "coherencia de sí", en cuanto a la definición de nosotros mismos.  La obediencia al mandato: "hay que ser coherente". Que, en este caso, más que un mandato superyoico (aunque también lo es) es una compulsión funcional, biológica, me atrevo a decir. En virtud de esta compulsión a "ser coherente" (con lo que fui ayer, con lo que sentí ayer, con lo que dije ayer) el tipo desarrolla su identidad. Y esto puede ser bueno las veces que el tipo logra actuar de acuerdo a sus principios, suponiendo que los tenga o, mejor dicho, crea tenerlos, y que además los mismos sean sanos, cosa que por supuesto tampoco está garantizada. Pero ojalá la cosa fuera tan simple y plana como eso. La compulsión a ser coherente no solo consta de obediencia a mandatos mentales, también implica estados de ánimo o "maneras de sentir&q

Duda normal y patológica

  Como muchos otros, la duda es un concepto que no se puede analizar "en abstracto". Hay que mirar cómo cada quien lo encarna. El efecto que el hábito de dudar puede tener en una persona depende de cosas que no tienen que ver con la duda en sí, sino con otras características psicológicas de la misma. Así, la misma duda, puede representar en alguien salud y en otro patología. Hay duda sana y duda patológica. Hay duda banal (superficial) y duda legítima (cuestionamiento profundo). Me gustaría explorar un poco acá algunos de estos variados matices. Hasta el más ignorante dice, de vez en cuando, algo sabio.  Y hasta el más inteligente e instruido dice frecuentemente pavadas. La gran ventaja, a mi entender, que tiene el supuesto ignorante sobre el supuesto sabio es que puede con más facilidad dudar de sí mismo. Así, se vuelve más capaz de escuchar al otro. Nadie tiene el monopolio de la verdad y, sin embargo, lo más frecuente es que la mayoría de nosotros tendamos a creer que nues