¿A qué viene este impulso humano de querer "autodefinirnos"?
¿Qué estamos diciendo cuando decimos "yo soy... (tal o cual cosa)"?
Pero, más importante: ¿a quién se lo estamos diciendo?
Nuestro "yo soy" (nuestro significado personal) no tiene sentido fuera de un contexto vincular o social.
Las reacciones de los demás son el significado de nuestra conducta, decía (más o menos) George Mead.
O sea, aquello que creemos ser, es lo que las reacciones de los demás a nuestra conducta nos hicieron creer que somos.
Si siempre nos miraran con asco pronto estaríamos convencidos de "ser" repugnantes.
Es imposible referir al "yo soy" las propias acciones sino es a través de la reacción de los demás a las mismas.
Las reacciones de los demás son, en consecuencia, nuestro "yo soy".
¿Y por qué nos determina esto tanto?
Porque la función gregaria del "yo soy" es ser querible (valorable), digno de ser amado (tenido en cuenta).
Lograr sentirse amado (valorado, cuidado, necesitado, admirado, justificado, legitimado) es la clave de bóveda de la construcción de la identidad.
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