<<Trabajen malditos
vagos.
<<Mi verdad es que
el sufrimiento de ustedes no debe ser obstáculo a mi ansia de poder.
<<¿Por qué la verdad
de ustedes va a ser superior a la mía?
<<¿Acaso no aseguran
que todo es relativo?>>
No hay nada nuevo bajo el
sol... sólo cambia el aspecto.
Así que, en realidad, no
hay “nueva neurosis”.
Sólo que la neurosis, en
la actualidad, se puso el traje del relativista.
Si fuera realmente
consecuentes con sus ideas, ningún relativista podría cuestionar la
racionalización del psicópata de arriba.
Pero, por supuesto, ningún
relativista ético es, ni puede ser, consecuente con lo que predica.
Su relativismo, en
realidad, a lo único que sirve es a justificar los propios caprichos.
No los de los demás.
Cuando los mismos entran
en contradicción con los caprichos de otro relativista, saltan rápidamente a la conclusión de que el
otro es un facho hijo de puta y hay que matarlo.
Y a lo mejor lo es.
Como en el caso de arriba.
Pero desde el relativismo
descrito, no habría manera de saberlo.
Así evaden el conflicto y
perseveran en su incongruencia.
Si eso no es “dicotómico”
no sé qué pueda serlo.
Pero, por supuesto, si le
decís que sus caprichos no son la mejor forma de encarar la vida te
acusarán de dicotómico.
Dicotómico, en la mente de un
caprichoso, significa “todo aquello que cuestione mi capricho”.
El neurótico medio (o sea,
la mayoría de la población) está escindido.
Esto no es ninguna
novedad.
Es el gran descubrimiento
de Freud.
La escisión psíquica.
En virtud de esta escisión,
el neurótico promedio no advierte que sus teorías son, en verdad, sólo
racionalizaciones de sus caprichos.
Una buena definición de "neurótico" sería "aquél que no vive sus propias ideas".
Sólo las tiene ahí, como una especie de cáscara superficial pero "defensiva".
De ahí su fundamental inconsecuencia.
Una buena definición de "neurótico" sería "aquél que no vive sus propias ideas".
Sólo las tiene ahí, como una especie de cáscara superficial pero "defensiva".
De ahí su fundamental inconsecuencia.
Es completamente cierto
que términos como “bueno” y “malo” no son aplicables a un neurótico.
Pero no porque éste esté
(nietzscheanamente) “más allá del bien y del mal” sino porque está “más acá”.
Atrancado en el barro de la indeterminación.
Está tan embadurnado hasta
la coronilla que no sabe ni para dónde queda el norte.
Obviamente, el relativismo
le viene bárbaro para emperrarse en que, eso en donde está, no es una zanja y,
eso que huele, no es en realidad mierda.
Porque “todo
es cuestión de gustos”, dice el boludo, masticando un sorete.
Obviamente, que a nadie
engaña, más que a sí mismo.
Salvo que el boludo sea
además un psicólogo y entonces convence a varios más de adoptar su propia
dieta.
Por esta cuestión de la “transferencia”
¿vio?
Una característica
distintiva del neurótico de hoy es la falta de intencionalidad ética.
Arrastrado por sus
caprichos, pero adormecido por la autojustificación.
Ésa, y no otra, es la
verdadera pandemia actual.
La indeterminación ética.
Es algo parecido a la que
Kierkegaard alude cuando describe el estadio estético de la existencia.
Hago sólo “lo que me gusta”
y lo barnizo con una capa de “superación de la moral” para sentirme tranquilo y
evadir el conflicto.
Pero no veo, por supuesto,
la escisión interna que eso me produce.
Freud, como dije, fue el
primero (al menos hasta donde yo sé) en delinear la escisión psíquica del
neurótico.
Pero lo hizo en una
cultura radicalmente diferente a la nuestra.
Los que se quedan con sus
descripciones literales suelen no advertir este fundamental detalle.
En la época victoriana era
bien visible (en realidad ahora lo es, no en ese momento) la disociación de los
deseos sexuales y “la conciencia”, para “adaptarse” (o, mejor dicho, someterse)
a los requerimientos puritanos de la sociedad.
Genial, trascendental
descubrimiento que no debe ser menospreciado.
La escisión de la
conciencia en relación a los deseos.
También, la racionalización
que esto produce.
La gran cuestión ahora es
que ya
no estamos en la época victoriana.
La mayoría de las personas
no están reprimidas por mandatos puritanos en contra de la sexualidad.
Pero la escisión sigue
como si nada.
Sólo cambió de “contenido”
pero conservó la “forma”.
No es achacable a Freud
que no haya diferenciado esto (forma de contenido).
Después de todo, lo único
que tenía para mirar era su propia sociedad.
Pero sí es achacable a los
psicoanalistas
actuales que siguen insistiendo en encontrar problemas
victorianos en una sociedad hedonista.
Esto no es un tema menor y
merece ser mirado con gran detenimiento.
Porque apunta también a
otra característica de la neurosis, descrita genialmente por Korzybski como “confundir el mapa con el territorio”.
En este caso, el neurótico
psicoanalista ve la teoría en vez de mirar la cosa que debería describir.
Cuando los hecho no se
adaptan a la teoría, se deforman los hecho para que encajen, como el famoso
Procusto hacía con su cama y sus víctimas.
Creo que no es exagerado
decir que esto es también una característica de la misma neurosis que supone
que haber aprendido una palabra (como por ejemplo “dicotómico”) es haber resuelto un problema.
Hoy, en mi opinión, los
hechos estarían refutando que la causa de la escisión sea la represión sexual.
Porque hoy la mayoría de
las personas no están reprimidas sexualmente (como en la época victoriana) pero
la escisión persiste de manera asombrosamente global y mayoritaria.
Permítaseme, entonces,
aventurar la hipótesis de que la represión no es la causa de la
disociación.
Hay que buscar otras “causas”.
Atento a lo anterior, uno
de los “problemas terapéuticos” que se desprenden de ello es que no hay
explicación discursiva (ni “interpretación” ni “construcción”) que te “cure” de
ese estado.
No voy a meterme en la
cuestión del “falso insight” al que predisponen algunas de esas “interpretaciones”
y “construcciones” cuando operan como “sugestión por transferencia”. Porque el
hecho es que tampoco cambia el estado de cosas el hecho de que el “insight” sea
“verdadero”.
El ejemplo más claro, para
mí, hoy, es, como ya dije, cuando un escindido “comprende” el concepto de
dicotomía y, en lugar de usarlo para integrarse lo pone al servicio de sus
disociación.
Ya sé que eso no es un “insight”.
Pero con el supuesto insight puede pasar exactamente lo mismo.
¿Cuál es la solución?
Sería visto como muy
pretencioso de mi parte querer dar una respuesta única a eso. Y si bien a esta
altura muchos me tacharon de pretencioso no voy a darles el gusto en este caso
de darles más argumentos.
Sólo me contento con
señalar que ése sigue siendo el gran problema terapéutico de la neurosis y aún
no está solucionado.
“Hacer conciente lo inconciente”
suena fantástico, como teoría.
Pero, en la realidad, no
veo ningún “psicoanalizado” (incluyendo a la mayoría de los psicoanalizados
psicoanalistas) que haya ido mucho más
allá, por este método, del estadio de “validación del propio capricho”.
Soy conciente de que, con
lo que acabo de decir, levantaré tempestades de indignaciones y puteadas.
Pero bueno.
Prefiero ser fiel a lo que
veo.
Y acepto, por supuesto, que pueda estar equivocado.
Y acepto, por supuesto, que pueda estar equivocado.
Aunque la indignación y la
puteada por ahora no fueron consideradas refutaciones científicas apropiadas.
El neurótico escindido,
sigue igual de escindido luego de años de terapia de “buceo en el inconciente”.
Lo único que aprendió es a
hacer mejores racionalizaciones. Más eficaces para sostener el statu quo.
Cambiar una
racionalización victoriana por otra hedonista no alteró en nada
(cualitativamente) su disociación psíquica.
Sigue sin tener la menor idea
de porqué hace lo que hace en el presente, aunque se haya sacado de encima
algunos sentimientos de culpa desplazándolos a sus padres o a otras
circunstancias vitales pasadas, ajenas a su responsabilidad.
¿Qué logró menor “sufrimiento
psíquico” con ese malabarismo?
Quizás.
Pero anestesiar el
sufrimiento psíquico con “placebos racionales” no siginifica curar nada.
Sobre todo, no significa
haber resuelto la disociación.
Es sólo eso. Una
anestesia.
El tipo sigue siendo igual
de pelotudo que siempre (y,
probablemente, más egoísta).
Sólo es un pelotudo más
autojustificado.
¿Cómo lograr que el sujeto
pueda convivir con la angustia que generan las propias contradicciones
psíquicas?
¿Cómo desarrollar un auténtico
“fortalecimiento yoico” que permita sobrellevar esto sin desmoronarse ni
recurrir a la disociación?
¿Cómo advertir las propias
mociones egoístas y autodestructivas sin validarlas con el recurso al “relativismo”
(ya que siguen siendo “malas”) y no “morir en el intento”?
He ahí, en mi opinión, el
verdadero “dilema terapéutico”.
Y es un dilema sobre todo
para el terapeuta que, la mayoría de las veces, ni siquiera advierte que él
mismo es factor de aumento de la disociación.
Y, si no lo advierte, es
porque él mismo, persiste disociado.
Sigue confundiendo el mapa
con el territorio.
Cuando dice por ejemplo “yo
no soy quien para cuestionar la ética del paciente”, pero se apresura a hacer
la salvedad “salvo que sea un pedófilo” (por ejemplo) está expresando en parte
un aspecto de su propia disociación, producida por la misma teoría que proclama
como vehículo para la cura.
Nadie crece verdaderamente
si no es capaz de enfrentar y navegar la propia angustia.
Dar herramientas para
evadirla o anestesiarla es operar en contra y no a favor de la dirección de la
cura.
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