Dicho de una manera
bastante burda, se podría identificar a dos clases genéricas de “taoístas”.
Los que “perciben” el TAO,
y los que se pierden en la multiplicidad del ying y el yang. Estos segundos,
más que “taoístas” serían “yinyangistas” ( y así los nombraré de acá en más en
esta nota).
Los segundos pueblan la
gran mayoría maniquea que, paradójicamente, pretenden estar despreciando el
maniqueísmo sin comprender realmente de qué se trata el mismo.
Vociferan, por ejemplo,
que todo lo malo tiene algo de bueno y viceversa.
Esto último, justamente,
es el núcleo del maniqueísmo filosófico, que pone a los dos polos en un mismo plano
horizontal.
El TAO, como bien sabe la
otra selecta minoría, es lo que está más allá, lo que trasciende la dualidad, no lo
que la mezcla.
Psicológicamente hablando, es una tercera posición de la psiquis.
Exactamente lo mismo que a
los “yinyangistas” les pasa a los supuestos “heraclitianos” posmodernos.
Se quedan con la parte del
“todo cambia” que se refiere al cambio, deviniendo ciegos a la parte
sustantiva (aunque “invisible”) que se refiere al todo.
Esto, cabe aclarar, no fue
algo que le pasó al mismo Heráclito, que tenía bien claro que “por debajo” del
aparente cambio permanecía el logos.
El logos heraclitiano es
la forma griega de aludir a lo mismo que Lao Tsé quiso nombrar con la palabra
Tao. Es lo que no se puede explicar. Eso, que algunos dicen que "era en un principio". Sólo se puede vivenciar.
Como acabo de decir, los
vulgarizadores posmodernos e inmanentistas de Heráclito, sencillamente
devinieron ciegos a esta sutil particularidad de su pensamiento.
El hecho (ampliamente
comprobable) de que la mayoría opta por la variante “yinyangista”
(inmanentista) del taoísmo, la que se “pierde” seducida por la vertiginosidad
del cambio, no hace más que afirmar el antiguo axioma de que la mayoría suele
ser la que está en el error.
Axioma nunca mejor expresado
que por el slogan “coma caca, millones de moscas no pueden estar equivocadas”.
El hecho de que estos
pseudofilósofos se sientan superiores sólo habla del tipo de ceguera selectiva
de la que padecen.
Desde cierto punto de
vista se podría decir que estos “yinyangistas” habitan una “segunda posición” psicológica.
La posición de la brumosidad.
La posición de la brumosidad.
En la primera posición
habitarían, según esta metáfora, los que se polarizan externalistamente.
Por ejemplo, tanto los
puritanos extremos como los libertinos absolutos.
Tomo este par de opuestos
por comodidad explicativa, pero se podrían citar otra multitud de “pares psicológicos” análogos a éste.
Estos se me hacen
especialmente útiles por su particular relación con lo ético y moral, como
pretendo explicar más adelante.
En la segunda posición (según
mi arbitraria clasificación) habitarán los “superados”.
Algo característico del
discurso de estos “superados” será que todo puritano tiene algo de libertino y
viceversa.
Y, en esto, no se equivocan “descriptivamente” sino en la
interpretación que hacen del fenómeno. Entre otras cosas, porque no ven que el
fenómeno también los incluye.
Para definirlo recurren a
la mezcla
en lugar de a la síntesis.
Confundir sistemáticamente mezcla con
síntesis es una característica
esencial del pensamiento inmanentista, que sustituye lo jerárquico por la arbitraria
nivelación horizontal.
Nótese que tal supuesto
desprecio por lo jerárquico no parece obstruir su sentimiento de sentirse
superiores a los otros, que juzgan de “primitivos
moralistas”.
La verdadera síntesis,
sólo es posible desde la tercera posición.
Kierkegaard la describió como la esfera de la religación.
Remito a su libro “Temor
y temblor” para una mayor profundización de este concepto.
Poco se puede decir de
esta tercera posición.
No se le puede explicar a quien no la haya vivenciado.
Por
eso, entre otras cosas, tanto Kierkegaard como Lao Tsé dicen que , ante la
misma, sólo cabe el silencio y el asombro.
La primera posición sólo
habita el puro externalismo conductual. Vive una especie de existencia
polarizada imitativa.
La segunda posición, a pesar
de haber identificado (en apariencia) esta polaridad primaria o primitiva, se
posiciona en la bruma del relativismo.
Sólo la tercera posición percibe (o
intuye) la trascendencia.
Pero, contrariamente a lo
que a primera vista podría parecer, es más difícil “saltar” a la tercera
posición desde la segunda que desde la primera.
Justamente, como acabo de
decir, porque es “virtud” de la segunda posición haberse perdido en la bruma
del relativismo.
Esta segunda posición es la
que Kierkegaard describe como la esfera estética de la existencia.
Mientras que la primera
posición podría estar participando (aunque de manera más o menos inconciente)
de la esfera ética.
Ya sé que lo que digo
puede llegar a ser difícil de entender, pero alude a lo que Lao Tsé define como “el camino de regreso”.
La trascendencia, podría
decirse (y sobre todo en estos líquidos tiempos) está para el lado más
inesperado. Al menos para el menos esperado por los inmanentistas.
Tanto el puritano como el
libertino construyen sus actitudes alrededor de lo moral.
El puritano para acatarlo
ciegamente, el libertino para oponerse (no menos ciegamente) pero sin poder
dejar de tenerlo en cuenta.
Sólo el indiferente a lo
moral es el que habita en la segunda posición. El que lo relativiza (maniqueamente)
hasta perderlo de vista.
Ni siquiera voy a intentar
describir la relación con “lo moral” de la tercera posición. Decir
simplificadamente que es “extra-moral” corre el riesgo de ser interpretado
nietzscheanamente.
Remito al citado libro de Kierkegaard para una mejor
aproximación.
Yo sólo me limitaré a
decir que sólo puede ser aludido paradójicamente.
Es una liberación
a través de la sumisión.
¿Sumisión a qué?
Sumisión al TAO.
¿Y qué carajo es el TAO?
Justamente, lo que no se
puede explicar.
[calculo que continuará]
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