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DE LAS DISCUSIONES CIRCULARES la mirada sistémica





Muchas veces, no nos queda otra que abrazarnos a la razón como quien se abraza a un tronco flotando en el río para no hundirse.
Lo que no es bueno perder de vista es que el tronco flotante no es un árbol y que el río lo mueve a su antojo (tal como el contexto (externo e interno) "arrastra" nuestra razón).
En la mayoría de las discusiones, el problema no es que uno de los dos esté equivocado, sino que ambos tienen razón.
Y eso, conjuntamente con una incapacidad para ver la razón del otro.
Entonces, cuando se llega a ese punto, la discusión deja de ser acerca del "tema en cuestión" y se convierte en una disputa velada acerca del vínculo.
Sólo podemos escapar de ese laberinto apartándonos del tema y enfocándonos en qué es lo vincular que se está poniendo en juego.
Por ejemplo: Si dos personas discuten acerca del color del que se va a pintar una pared, quizás, lo que en verdad discuten es quién tiene el mejor criterio estético.
O quizás no es que al otro no le guste el azul, sino que lo que no le gusta es nuestra manera de decidirnos por el azul.
O lo que nos está cuestionando es no haberlo consultado antes de comprar la pintura.
Y, todo esto, quizás el mismo que cuestiona no lo sepa.
El sólo cree que no le gusta el azul.
Pero, hasta que alguno se dé cuenta de esto, la discusión seguirá eternamente acerca del color de la pared y nunca se resolverá el "tema de fondo"... que es la naturaleza del vínculo.
"De los laberintos se sale por arriba".
¿Qué tipo de validación del Yo estamos reclamando al demandar que el otro nos "dé la razón"?
¿Qué creemos "perder" cuando no nos confirman?
Además
¿Qué tipo de "defensa" se construyó el que dice que nunca quiere tener razón?
¿Qué gana y a qué renuncia?
¿Por qué es tan fácil caer en la falacia de creer que la única forma de confirmarnos a nosotros mismos es desconfirmando a los demás o la de confirmar a los demás es desconfirmarnos a nosotros mismos?
El deseo de poder vuelve a las relaciones dicotómicas.
Es decir, oculta su complejidad y ambivalencia.
¿Por qué es tan difícil tener "noción del sistema vincular" del que siempre somos parte y en el cual, si el otro no existe, yo tampoco?
Y, no menos importante: ¿de qué color pintamos la pared?
Yo la quiero azul...

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