Como todo, en este complicado mundo en el que vivimos, la palabra "ideología" tiene múltiples acepciones (según la ideología que la sustente).
Para mí, decir que alguien tiene cierta ideología apunta, sobre todo, a un posicionamiento ético: una idea de lo que que es bueno y lo que es malo para el ser humano y, no menos importante, un "lo que sería deseable hacer" a partir de ese posicionamiento: Una especie de catálogo de principios de comportamiento individual, social y político.
La ideología, suele proveer también los "porqués" y "para qués" de dicho posicionamiento y también los "cómos" relacionados con su "deber hacer".
Como siempre (al menos en mi opinión) la creatividad humana sucede en el "cómo": cuando ya estamos de acuerdo con el bien deseado, hay que empezar a producir "cómos" que tengan en cuenta la variabilidad infinita de situaciones a las que aplicarlo y la perpetua mutación de la cultura. Es decir, lo que era apropiado hace un siglo, probablemente ya no lo sea ahora, porque el mundo es otro. Por lo tanto, las estrategias, para ser eficaces, deberán ser acordes a la demanda.
Pero esto se sigue complicando.
Porque, cuando una ideología llega al poder, se invisibiliza como tal y, al ser la "voz oficial", se confunde con "la verdad" (que, por supuesto, es "posverdad").
Imagino esto como el dicho de "caerse de la sartén al fuego".
Las ideologías serían las distintas sartenes y la posverdad hegemónica el fuego omnipresente. Así que si su narcisismo le dice que usted se puede independizar de toda sartén, ya sabe a dónde va a ir a parar.
¿Pero qué dice el librepensador a esto?
Que su "libertad" consiste en no encorsetarse por ninguna ideología (nótese: "por ningún posicionamiento ético orgánicamente estructurado") para poder "elegir" lo que más le gusta de cada discurso.
Para empezar, no se puede decir que esto no sea, también, una ideología: la ideología de la anti-ideología: En mi opinión, la ideología del shoping: "yo, como consumidor, tengo derecho a comprar cada cosa donde más me convenga", dice el librepensador (¿no siente usted cierto tufillo neoliberal en esta postura?)
Pero me pregunto ¿qué consistencia interna puede tener un discurso que está armado como un collage de oraciones sacadas de distintos libros?
Es como el que tira una sopa de letras sobre una mesa esperando que se forme una poesía.
Todos miramos el mundo a través, no de un cristal, sino de un vitraux. Pero los que intentan mirar el mundo a través de esos vitraux estilo patchwork no es improbable que lo único que puedan ver sea caos.
Y, por supuesto, una comprensión caótica sólo puede producir un hacer caótico... o ningún hacer en absoluto: una estupefacta inmovilidad.
Por otro lado, el "librepensador" ata (arbitrariamente) el concepto de "libre" con el de "no estar atado a nada".
Me parece muy parecido a los que le llaman "libertad" a su compulsión a la infidelidad y deslealtad.
Yo, por mi parte, no puedo encontrar la libertad en la compulsión al picoteo y a la imposibilidad de comprometerse con algo.
Y esto no quiere decir renunciar al pensamiento crítico sino todo lo contrario.
Para poder ser críticos (incluso con nuestra propia ideología) necesitamos un sistema o marco de referencia: una matriz de axiomas a partir de los cuales pensar.
¿Cuál es la matriz de referencia del librepensador sino su propio narcisismo? ¿En dónde se para para elegir la oración que le gusta de cada libro si no leyó ningún libro entero y mucho menos leyó alguno dos o tres veces?
Porque sin compromiso con una idea, tampoco hay posibilidad de profundización de la misma.
Queda en el terreno de "lo teórico".
No la podemos hacer carne.
Por eso el librepensamiento me suena a algo así como el voto en blanco. Es un voto para el poder hegemónico.
Lo que sostiene, sin darse cuenta, no es "libertad".
Es "neolibertad".
Libertad de supermercado.
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