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RELACIONES DE CAUSALIDAD Y CORRESPONDENCIA ENTRE LA PREVALENCIA DEL YO IDEAL EN LA PSIQUIS Y LA POSIBILIDAD DE SER UN PERFECTO PELOTUDO. (o Apología del fracaso) (o Elogio de la impotencia) (o Yo pecador) (o El pelotudo no se decide qué título ponerle)


¿Qué es el "yo ideal"?
Sin pretender meterme en los meandros psicoanalíticos y para simplificar, diría que es esa idea imaginaria de uno mismo confeccionada con lo que queremos que los demás opinen de nosotros y que nos terminamos tomando por nuestra identidad.
Pero no es.
Es sólo nuestro superhéroe infantil, medio tuneado a lo largo de los años pero con la misma cualidad de "exhibicionismo inobjetable": todo el que lo objete pasa a formar parte del conjunto de "los enemigos" (o "los tóxicos").
Es la imagen de nosotros mismos que nos reconforta.
A su vez, es aquello que hasta que no se desmorona como una estatua bombardeada no se puede decir que el tipo en cuestión es un adulto "maduro".
Una de las características denotativas de este superhéroe interior que todos supimos representar es la "perfección".
La omnipotencia es casi el núcleo de ese yo imaginario.
El Yo ideal es el brillo que oculta la falta.
El Yo ideal es voluntarista y meritócrata: se cree el artífice de sí mismo y de sus circunstancias.
Pero eso no quiere decir que se autoperciba necesariamente como "exitoso", también puede sentirse un fracasado.
Si tiene que fracasar va intentar ser un "perfecto fracasado". Porque no importa lo que sea, la cosa es que sea completo.
Así, se podría postular que, cuando tenemos un discurso omnipotente (u "omni-impotente") en algún área de la vida, el que está hablando ahí es el yo imaginario, el superhéroe interior.
Cuando percibimos cualquier crítica a algún aspecto de nosotros mismos como una desconfirmación masiva de nuestra identidad, ése es el yo ideal clamando por "totalidad".
Por eso todas estas "terapias" del "yo puedo" son tan "contraindicables".
Porque lo único que hacen es reforzar ese yo imaginario. Esa ilusión de totalidad.
Y porque lo único que logran es densificar la nube de pedos.
¿Cómo se cura esta "enfermedad"?
Salvo rarísimas excepciones, sólo se cura con el fracaso.
Para lidiar adecuadamente con la diversidad externa hay que amigarse con la diversidad interna.
Para lidiar adecuadamente con la imperfección externa hay que amigarse con la imperfección interna.
Para lidiar adecuadamente con la ambivalencia externa hay que amigarse con la ambivalencia interna.
Para lidiar adecuadamente con la incertidumbre externa hay que amigarse con la incertidumbre interna.
!Ojo!
Eso no quiere decir que hay que hacer primero una cosa y después la otra, porque, estrictamente hablando, eso de "interno" y "externo" es sólo una simplificación: es otra fantasía del yo ideal.
Estamos hechos con la harina de los vínculos.
Y los vínculos, como se sabe, suelen ser bastante ambivalentes: confirman y desconfirman simultáneamente.
No obstante eso, no podemos tramitar algo de nosotros mismos si no lo tramitamos en el aquí y ahora de los vínculos .
Quizás en el vértigo de la diversidad de los vínculos podemos dejar caer la sensación de totalidad del self: dejar de autopercibirnos como un todo coherente sin ambivalencias ni contradicciones.
Quizás en la incertidumbre de los vínculos podemos reconocer, si no estamos en negación neurótica, a nuestra incipiente conciencia aullando desde las entrañas "hago lo que no quiero y no hago lo que quiero".
Y esa conciencia, en mi opinión, es el punto de inflexión que puede propiciar la caída de esa imagen totalizante de nosotros mismos que, para lo único que sirve, es para amargarnos la vida.

Pablo Berraud

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