La coherencia es una aspiración neurótica.
Lo que no tiene rotos los bordes no deja pasar ni siquiera el oxígeno.
La ilusión voluntarista de omnipotencia que anida en la pretensión de "ser coherente" puede que sea uno de los mayores impedimentos para establecer vínculos.
Porque ante la frustración de no poder lograr en sí mismo la coherencia, el neurótico termina conformándose con exigirla de los demás... y así se aísla.
La defensa más mediocre ante la frustración de lo que no podemos conseguir en nosotros mismos es tratar de demandárselo a los que tenemos alrededor.
Mezquina forma de autoconvencernos de que "no abandonamos nuestros principios".
Aceptar la propia incoherencia es aceptar la propia humanidad como "sistema abierto"
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