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Mostrando las entradas de junio, 2024

LA Existencia gesta la Esencia

 ¿Hay alguien que crea que aquello que ella/él mism@ "ES" no tiene nada que ver con aquello que le tocó vivir? ¿Con su particular manera de estar "EXISTIENDO"? Y sí, existir a veces duele, ¿qué duda cabe?... pero también a veces gratifica. La existencia es, pues, ambivalente. ¿Qué posibilidades de eludir la ambivalencia puede haber, entonces, para el ser? A mí me parece que ninguna. Pero evitar la experiencia con el propósito de evitar el dolor o el riesgo o la angustia, quizás no sea la mejor de las estrategias. Pero sí es la mejor manera de construirse limitaciones futuras. Es la manera segura de restringir el propio SER. No estoy diciendo nada complicado: No será ciclista aquél que eludió sistemáticamente la experiencia de subirse a una bicicleta. Y, por supuesto, no hay que confundirse creyendo que evitar la experiencia es lo mismo que evitar la existencia. La existencia sigue sucediendo... pero de "menor calidad". Es una existencia evitativa, de baja

De la verdad psicológica.

  Es una de mis convicciones  más fuertes que la relación de la persona con la verdad y la mentira es causa de su salud mental o falta de ella. Con esto quiero decir explícitamente que, cuando más honesta es una persona, más sana es. Y esto refiere tanto a su relación con los demás como consigo misma. Hay en nuestros tiempos un curioso esfuerzo por relativizar (o incluso negar) el concepto de verdad: “Cada cual tiene su verdad” es uno de los axiomas del subjetivismo extremo. No pretendo acá negar la existencia de la limitación humana con respecto al conocimiento de la verdad ni tampoco la existencia del punto de vista o perspectiva individual (llamado “opinión” o doxa, desde los tiempos de Platón). Encuentro incluso saludable cierto perspectivismo que dificulte a cualquiera (especialmente a los detentadores de poder) en erigirse en “dueño de la verdad”, como vulgarmente se dice. Pero un perspectivismo extremo, obstruye o dificulta a muchos desprevenidos el hecho concreto de que cualqui

Del Enojo

  Existir es ser reconocido por un Otro. La sensación de existir no puede ser construida por uno mismo. Nos es concedida por la atención de los demás. No lograr ser "reconocido" (validado, confirmado) por al menos algún otro, es vivido imaginaria o simbólicamente como una amenaza de muerte social. Y la muerte social, para el ser gregario, no es más que una predicción de la muerte física. En algún lado del inconciente tenemos la oscura noción de que solos nos morimos. No es tan raro entonces que, cuando nos hacen sentir prescindibles, intercambiables o innecesarios,  reaccionemos compensatoriamente con enojo. Y una vez que entramos en enojo, la realidad vincular se vuelve dicotómica. El desconfirmado siente que la única forma de "recuperar" su consistencia es desconfirmando al otro: hacerlo sentir más prescindible que yo. Y en ese juego de desconfirmaciones (dentro del cual, por lo general, ninguno de los actores se da cuenta cabalmente de lo que está pasando) se da

De Apetitos y Deberes

    Más de un autor estaría de acuerdo con la teoría de que la conducta humana está impulsada mayormente por dos "fuerzas": los "apetitos" y los "deberes". Según entiendo, Freud habría puesto los deberes del lado del principio de realidad y los apetitos del lado del principio del placer. Parecería que el cumplimiento de los deberes nos restringe la libertad y espontaneidad y (teóricamente) el de los apetitos ampliaría nuestra libertad. Y,sin embargo, sabemos que cuando nuestra conducta está presa de los apetitos, no resulta siendo tan libre como nos prometieron. Además, esta especie de petición de principio de atribuirle "libertad" a la búsqueda de saciedad de aquellos apetitos, supone que dichos apetitos son espontáneos y surgen de lo más profundo de nosotros mismos (nuestro propio cuerpo). Mientras que los deberes vendrían siempre desde "afuera", de los requerimientos de las sociedad o el contexto o los vínculos. Sin embargo, vivimos

Elogio de la Ingenuidad

Tengo para mí la creencia de que la ingenuidad es una parte importante de la salud mental (o equilibrio emocional, o bienestar psicológico, o como le quieran decir). Por lo que pude ver, el que desprecia la ingenuidad como un defecto tiene que resolver el dilema optando por conductas menos "amigables" (todas, en mi opinión, problemáticas): puede volverse cínico, obsesivo, desconfiado, paranoico, hermitaño, misántropo, misógino, asocial, antisocial,etc. La ingenuidad tiene que ver con la confianza básica. Aquella que sólo aprendieron "orgánicamente" los que tuvieron cuidadores cálidos, proveedores, consistentes, y predecibles. Como eso en estos tiempos es más bien una excepción, el resto de los mortales nos tenemos que buscar otros métodos para experimentar esa emoción de confianza básica. La tenemos que reconstruir. 🤷 Algunos confunden ingenuidad con imprudencia, y eso les dificulta más aproximarse a la experiencia. La ingenuidad, sin embargo, no es imprudencia: co

Adaptabilidad

  ¿Cuáles son sus ventajas y desventajas? ¿Cuáles son los límites de una adaptación sana? ¿Cuando se vuelve alienante? ¿A qué cosas es beneficioso adaptarse y a qué cosas la misma actitud termina siendo autodestructiva o, al menos, autolimitante? Hay personas que se adaptan y otras que exigen que los demás se adapten. Acá entra el tema del poder... desde ambos lados. ¿Qué se pierde al adaptarse y qué se gana? ¿Cuándo adaptarse pone en riesgo la popia identidad y valores? ¿Cómo discernir más o menos realistamente las condiciones en las que conviene adaptarse y las otras en las que adaptarse sería una especie de suicidio del yo, una pérdida de identidad? ¿Cuándo no querer adaptarse al propio entorno es sólo una cuestión de rebeldía/capricho sin fundamento? ¿Y cuándo esa rebeldía es un gesto vital de autopreservación? La rigidez psicológica es un problema que ahora, con las terapias contextuales, está pasando al "top ten" de lo "no-saludable". El objetivo a disolver. Y

El Yo Ideal

El Yo Ideal es la imagen totalizante y perfeccionista de nosotros mismos que, para lo único que sirve, es para amargarnos la vida. El Yo Ideal es el brillo insustancial que oculta la falta. El Yo Ideal es voluntarista y meritócrata: se cree el artífice de sí mismo y de sus circunstancias. Por eso todas estas "terapias positivas" del "yo puedo" son tan "contraindicables". Porque lo único que hacen es reforzar ese yo imaginario. Esa ilusión de totalidad posible. Para lidiar adecuadamente con la diversidad externa hay que amigarse con la diversidad interna. Para lidiar adecuadamente con la imperfección externa hay que amigarse con la imperfección interna. Para lidiar adecuadamente con la ambivalencia externa hay que amigarse con la ambivalencia interna. Para lidiar adecuadamente con la incertidumbre externa hay que amigarse con la incertidumbre interna. Y todo eso (y más) nos lo imposibilita nuestro Yo Ideal. Pablo Berraud

Ser Vistos

 De la dialéctica del deseo de Integración/ Diferenciación. Digamos lo que digamos, nada nos importa más que ser vistos: ser reconocidos como "algo" distinto del paisaje (como figura que se destaca sobre un fondo).  Y esto está bien (es "adaptativo"), porque lo contrario (confundirnos con el paisaje) nos pone en riesgo de que nos sieguen mientras están cortando el pasto. O sea, es una cuestión de supervivencia. Todos necesitamos ser reconocidos, confirmados, legitimados. No hay otra manera de lograr idea alguna del "sí mismo" (self, identidad) que no pase por la mirada del Otro. Pero la cosa es que ese mismo impulso no está libre de ambivalencia. Porque llega un momento en que, en algunos contextos, cuanto más vistos somos más inseguros nos sentimos, nos aparece el temor de convertirnos en "presa": entre los que nos reconozcan como "algo distinto del paisaje", algunos nos van a querer usar como "cazable" o o como esclavizable

Autoestima y Amabilidad

 La amabilidad de las personas suele estar en correlación con su autoestima. A veces, parecería que la receta individualista de "Quererse a uno mismo" no suele ser más que el último recurso del que no logra sentirse amado por alguien más. Al que se siente amado, mientras se siente amado, ni se le ocurre siquiera preguntarse por su "autoestima"... no lo necesita. Pero cuando esa autoestima falta, no se soluciona con el simple mandato: "quiérase un poquito, m'hije", porque la única manera eficaz de construir ese "amor propio" es comprobándose a uno mismo como capaz de conseguir amor (o aprobación) de alguien más. Lo otro, lo producido por el mandato "Deberías quererte", si logra algo, no pasa de ser una caricatura con cierto sesgo maníaco o estrafalario. Pretender autoafirmarse solo, es como querer jugar en un subibaja sin compañero. Es extenuante. Dura poco. Entonces la pregunta acerca de la autoestima, me parece, debería ser: ¿Cómo

Deberías

 Hasta donde yo sé (pero corrijanmé si me equivoco) fue la psicoanalista herética Karen Horney la primera en señalar la "distorsión cognitiva" (sic) que ella bautizó como "la tiranía de los deberías". Ellis la cazó al vuelo y la agregó a su colección de "distorsiones típicas" y le aportó otras perspectivas al asunto. Maslow, por su parte, lo desparramó en el humanismo. Hoy no sé si habrá alguna escuela que esté en desacuerdo con esto. Creo que se podría llamar un concepto "transteórico" o "transescuela". Tiene también mucho que ver con eso que Piaget llamó "moral heterónoma" y "moral autónoma". Si la moral no pasa adecuadamente de "heterónoma" a "autónoma" el individuo va a tener muchos problemas de discernimiento y, en consecuencia, corre gran riesgo de que sea llevado como ganado al matadero (como tristemente observamos todos los días en las noticias). Pero ¿todos los deberías son "distorsi

Tener la razón

Tener la razón, tener la última palabra, ser "el dueño de la verdad"... parecerían ser conductas cada vez más frecuentes en un mundo en el que ya nadie sabe siquiera si existe la verdad, pero no duda de que "los otros" (los de la otra ideología) mienten (o son víctimas de un engaño).  Nuestro equilibrio psíquico depende, creo,  de tener cierto número de certezas.  Si todo es incierto, la cognición colapsa. Se siente incapaz de controlar el entorno y, por lo tanto, en peligro inminente de muerte. Pero, al no encontrar certeza "afuera", parecería que nos sentimos empujados a encontrar la "roca sólida" "dentro" de nosotros mismos.  Nos vemos compelidos a reafirmarnos en esta cadena de mentiras: "la verdad es lo que yo sostengo" o sea "la verdad sale de mí" o sea "soy el origen de la verdad" o sea "la verdad soy yo".  Es como una consecuencia colateral nefasta del "pienso luego existo". El n