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Ser Vistos


 De la dialéctica del deseo de Integración/ Diferenciación.



Digamos lo que digamos, nada nos importa más que ser vistos: ser reconocidos como "algo" distinto del paisaje (como figura que se destaca sobre un fondo). 
Y esto está bien (es "adaptativo"), porque lo contrario (confundirnos con el paisaje) nos pone en riesgo de que nos sieguen mientras están cortando el pasto.
O sea, es una cuestión de supervivencia.
Todos necesitamos ser reconocidos, confirmados, legitimados.
No hay otra manera de lograr idea alguna del "sí mismo" (self, identidad) que no pase por la mirada del Otro.
Pero la cosa es que ese mismo impulso no está libre de ambivalencia.
Porque llega un momento en que, en algunos contextos, cuanto más vistos somos más inseguros nos sentimos, nos aparece el temor de convertirnos en "presa": entre los que nos reconozcan como "algo distinto del paisaje", algunos nos van a querer usar como "cazable" o o como esclavizable o como "ordeñable" o sencillamente como comida. 
¿Cómo creemos ser vistos por el Gran Otro Amenazante?
Ahí hay algo relevante de nuestra identidad.
Y entonces, y por eso, se desencadena la ANSIEDAD: ¿hasta qué punto tendremos que resaltar como para que no nos lleve la barredora pero no tanto como para que a Alguno le moleste y nos quiera "sacar del medio"?
Nos guste o no, "Ser o no Ser" (vistos) sigue siendo "La Cuestión".
Ser amado y ser odiado, son subespecificaciones de ser visto: ser visto con amor o con odio… o con desprecio.
Lo idiosincrático (lo que cada uno hace a su manera) es cómo transformamos esa ansiedad primaria en "identidad".
Del lado de los que tienen miedo o vergüenza de ser vistos están los tímidos, los paranoicos, los que se sienten poco, los que suponen que no podrán responder a la demanda que implica esa mirada, etc...
Por el otro costado están los narcisistas, que "invisibilizan" su vulnerabilidad (se creen inmunes a toda amenaza) y transforman el ser visto en goce.
Creo que este tipo de respuestas disonantes o altisonantes tienen que ver, de muy diversas maneras, con el aislamiento del yo...
Y tienden a acentuarse cuando nuestras redes vinculares son deficientes o casi inexistentes.
Una manera bastante habitual y (en mi opinión) bastante saludable de tramitar ese deseo ambivalente (integración/diferenciación) es con la construcción/afiliación a un Nosotros.
En ese caso, atamos nuestra identidad a alguna "lucha" o "narrativa" o "prédica" o algún colectivo que nos brinda consistencia.
La sensación de nosotros, de alguna forma, funciona como diluyente de la ambivalencia, porque nos sitúa en un espacio intermedio entre paisaje y presa: una tercera posición.
Y entonces por esa misma causa y en nombre de ese Nosotros, a veces, volvemos a perder la identidad y volvemos a correr el riesgo de confundirnos con el paisaje.
Y así rueda la vida...
¿Y a vos para dónde te chifla el moño?
¿Para la Integración o para la Diferenciación?

Pablo Berraud

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