Ser humano implica, entre
varias otras cosas, tener un filosofía de vida.
No hay persona que carezca
de una “visión del mundo”, por más primitiva que ésta sea.
Incluso decir que el mundo
es un caos sin sentido es también una definición del mundo.
La negación explícita e
intencional de toda filosofía es también una filosofía.
Si usted es persona, usted
tiene una filosofía de vida.
Y si no le gusta tenerla,
lo lamento. Ese “disgusto” también es parte de su filosofía.
Podrá ser usted
relativista, hedonista, naturalista... incluso podrá ser nihilista.
Lo que no
podrá por más que se esfuerce es ser nada.
Porque también existe la filosofía
del ser nada.
¿Que usted no está de
acuerdo?
Bien. Su desacuerdo es una
filosofía.
¿Que a usted no le
importa?
Otra filosofía.
Estaré encantado de leer
las posibles excepciones que usted crea encontrar en esto que, para mí, es una
verdad universal.
Claro. Si le hicieron una
lobotomía o si está abajo de cierto grado de idiocia quizás no la tendrá. Pero
tampoco va a poder leer esto. Así que no aplica.
También es poco probable
que sea terapeuta... aunque de esto último puede haber dudas.
Ahora bien.
¿Para qué sirve entonces
ocuparse de algo tan general e inevitable?
Sirve, en mi opinión, en
relación a otra característica que es también humana, pero que está distribuida
de una manera tan desigual que a algunos incluso les puede parecer injusta:
La conciencia.
O, mejor dicho, la
autoconciencia.
La conciencia de sí.
Y esta “autoconciencia”
está íntimamente relacionada con otras categorías filosóficas que a ningún
humano pueden pasar desapercibidas.
- La conciencia del tiempo.
- La conciencia del ser en el mundo (ser para otros).
- La conciencia de la propia mortalidad.
Estas cosas son tan
contundentes para cualquier existencia humana que es imposible no tomar una
posición al respecto (entre las cuales, obviamente, está negarlas
neuróticamente).
Resumo (o explicito) lo
antedicho para después poder abordar el tema que realmente me interesa que es
el de la psicoterapia.
- -Todos tenemos una filosofía de vida.
- -Ésta puede cambiar (tanto por reflexión personal como por influencia externa).
- -Hay filosofías más beneficiosas y otras menos (incluso en relación a la salud mental).
- -Algunas “filosofías” pueden arruinar la vida. Degradar su calidad.
- -La “filosofía de vida” de cada persona siempre es eficaz. Es decir, determina el tipo y la calidad de vida del que la porta.
- -La filosofía de vida puede ser más o menos conciente.
- -Pero eso no tiene ninguna relación causal con su eficacia.
- -El que no es conciente de su filosofía de vida tendrá cierto “puntos ciegos” en los que no podrá siquiera saber por qué le pasa lo que le pasa.
- -Finalmente (pero muy importante para el tema en cuestión), todos tendemos a intentar difundir nuestra filosofía de vida (concientemente o no) aún sin saber si es la mejor (porque nunca lo pensamos o la comparamos con otras). Tendemos a querer que los demás la compartan.
¿Y qué tiene que ver todo
esto con la psicoterapia?
Bueno. Los más despiertos
quizás ya lo estarán sospechando.
Exactamente lo mismo (y
muchas veces con muy poca autoconciencia) le pasa al terapeuta.
Porque, aunque algunos no lo crean, es también una persona.
Tiende a difundir algo de
lo que ni siquiera se preguntó seriamente porqué adhiere.
Toda filosofía de vida
está construida sobre una serie de supuestos fundantes.
Esos supuestos son los que
más difíciles de ver.
Porque se toman como verdades indiscutibles.
En general
ni se los mira, se los supone (de ahí su nombre).
Cómo llegamos a adquirir
estos supuestos con tanta ingenuidad tiene que ver por lo general con nuestras
propias figuras de autoridad. Pero analizar esto me llevaría muy lejos del
tema.
Como breve ejemplo de la
infinidad de supuestos posibles se podrían citar:
- ¿qué es el hombre?
- ¿cuál es el propósito o significado de la vida humana?
- ¿para qué estoy acá?
- ¿cuál es la mejor manera de vivir?
- ¿qué y cómo son los otros?
- ¿qué es lo bueno?
- ¿qué es la verdad?
- ¿qué es la muerte?
Y así indefinidamente...
Repito.
Todo esto puede
parecer muy abstracto planteado así.
Pero determina fuertemente la forma en que
vivimos.
A qué quiero llegar con
esto.
Cuando uno empieza una
carrera universitaria (en este caso, psicología) lo más frecuente es que tenga menos de 20
años. Es decir, no sabe ni para qué sirve el culo.
En ese estado de inmadurez
es muy posible que asimile lo que le dicen (justamente por las figuras de
autoridad) de una manera muy acrítica. Es probable también que muchas cosas
jamás la vuelva a analizar y le queden clavadas por toda la vida.
Me refiero no a las ideas
colaterales o derivadas que siempre tendrá más al alcance de la vista sino
justamente a los supuestos. A lo que nunca se le dijo explícitamente pero se
tomó como punto de partida “verdadero” e indiscutible desde el cual se desarrolla
el resto de la teoría.
Después de todo (seamos
honestos) lo único que verdaderamente le importaba al estudiante en ese tiempo
era aprobar los exámenes.
Esto, como algunos verán,
lejos de ser una educación, se parece más a un adoctrinamiento.
Lo que más se ve en las
cátedras es cómo mucho “profesor” está interesado en “llevar agua para su molino”.
En conseguir adeptos para su secta. También en algunos casos, con la vaga esperanza de que el adepto
pueda llegar a ser también, alguna vez, cliente.
De esto se sigue que a
veces un terapeuta (frecuentemente sin mala intención y hasta sin ser muy
conciente) deviene en sacerdote (predicador) de la filosofía de otro.
¿Estoy diciendo que esto
está necesariamente mal?
No.
Nadie se inventa su propia
filosofía de vida por muy engañado que esté al respecto.
Todos la recibimos de
alguien más.
Lo que está relativamente
mal es que no lo sepa.
Que nunca lo haya pensado y caiga en la ilusión de ser “asceptico”.
Tal cosa no existe. Nadie
lo es ni lo puede ser.
Y, peor aún , es que, sin
advertirlo, esté difundiendo supuestos con
los cuales, de pensarlos, jamás estaría de acuerdo.
Como dije, en la carrera
de psicología rara vez se nombran los supuestos.
Se declaran como verdades de
las cuales se parte.
Son los axiomas fudamentales.
Y la mayoría de estos
axiomas de las psicologías vigentes son (oh sorpresa) de cuño neoliberal.
“El hombre es el lobo del
hombre” es uno de los más generalizados y potentes.
¿Usted está seguro de que
es así?
Y, en todo caso ¿le parece
que es un buen axioma para tratar de curar a una persona y restaurar sus
vínculos con sus semejantes?
En fin, como ése hay
muchos más.
Pero sería muy largo
mirarlos acá.
Si entendió algo de esta
nota, quizás esté interesado en buscarlos por usted mismo.
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