En principio cabe aclarar que voy a intentar acercarme al
concepto de libertad psicológica (que no es lo mismo que libertad política
o de derechos) y, para eso, tenemos que mirar cuáles son sus requisitos.
Ya dije, en una nota anterior (ver enlace al pie), que
voy a ceñirme al concepto griego de libertad interior, que postula que sus
requisitos fundamentales son la inteligencia y la voluntad.
Ya sé que muchos discutirán esto. Ya sé que muchos
también dirán que la libertad ni siquiera existe.
Pero bueno. Cada cual con su librito.
Con todo lo que hay escrito sobre inteligencia, parecerá
pretencioso querer decir algo en un corto artículo de divulgación. Y
posiblemente lo sea. Pero mi intención no es hacer un “aporte científico” sino
compartir herramientas (no inventadas por mí) para facilitar el acceso del “hombre
de la calle”. Aquél que tiene inquietudes acerca de cómo ser más libre pero se
le hace dificultoso ponerse a investigar en obras eruditas.
En principio es necesario diferenciar razón de
inteligencia.
La diferencia es que la razón atiende sobre todo a lo
cuantitativo (ratio tiene que ver con medir y medir implica cantidad) mientras
que inteligencia tiene que ver más con lo cualitativo. Recordando el par aristotélico (materia y
forma), razón tiene más que ver con la materia, mientras que inteligencia con
la forma.
Por otro lado, disponemos en la historia del pensamiento,
de miles de ejemplos que demuestran que la razón por sí sola, aún cuando es
correctamente usada (cosa que no siempre sucede) nos puede llevar a cualquier
conclusión de lo más descabellada.
La razón, si bien es un don inapreciable no es suficiente
por sí misma.
El culto a la diosa razón de la Ilustración demuestra de
por sí otra de las limitaciones del positivismo y la religión de la ciencia. Y
con esto no estoy queriendo decir que la ciencia sea algo malo. Sólo que, dentro
de los parámetros positivistas, es un
recorte insuficiente que deja afuera parte de la realidad.
Los llamados “tests
de inteligencia”, que en realidad miden capacidades racionales, son una
muestra suficiente de esto, ya que se verifica constantemente que una persona
con un coeficiente intelectual alto (según estos tests y, que por lo tanto más
correcto sería llamarle coeficiente
racional) son en muchos aspectos limitados en la vida (sobre todo en sus
relaciones interpersonales).
Y esto, sin contar que dichos tests no tienen nada para
decir acerca de, por ejemplo, la prudencia que, de hecho, no la miden siendo
que es en sí misma una característica racional.
La prudencia, no obstante, podríamos decir que es una
virtud científica, imprescindible para sobrevivir, pero insuficiente para una
vida plena. Además, el exceso de prudencia tampoco es bueno, tal como el exceso
de racionalidad, puede derivar incluso en patologías como la neurosis obsesiva.
Etimológicamente, inteligencia refiere a leer entre líneas,
a percibir lo no evidente, a la construcción de significados no explícitos.
La inteligencia, una vez desarrollada, busca
espontáneamente el bien, la belleza y la verdad. La belleza, la apreciación
estética, no significa nada para la razón (y esto apuntaría también a que la
inteligencia tiene en sí misma un componente emocional, por así decirlo, ya que
lo estético es primordialmente captado por las emociones a través de los
sentidos).
Así, si sólo usamos la razón vamos a rebotar entre un
materialismo positivista y un relativismo nihilista para los cuales, estas
categorías abstractas no son más que mentiras de locos o divagaciones de
estúpidos.
La inteligencia, sin embargo, es una potencia, la
tenemos en embrión, no crece automáticamente como el pelo a pesar de ser parte
de la misma cabeza. Necesita ser alimentada o puede, incluso, morir de
inanición, pero de ese alimento, vamos a tratar en detalle en otra nota.
La intuición intelectual, es una virtud
que arraiga en la inteligencia por su capacidad de ver entre líneas aquello que
no distinguen los sentidos ni la razón. Muchas
personas malinterpretan esto, creyendo que la intuición es un instinto o un
sentimiento, cuando confunden inteligencia con razón.
La razón es binaria, dicotómica, así que no está en
condiciones de entender qué es la intuición. La inteligencia, por otra parte, es multidimensional, tiene un fuerte
componente estético (o sea emocional).
De aquí que la intuición intelectual es la potencia
“gestáltica” de la inteligencia para encontrar sentido donde otros ven caos.
No estoy acá aludiendo a las inteligencias múltiples de
Gardner (que más que inteligencias son talentos o recortes que cada inteligencia en particular puede
desarrollar), ni tampoco a la inteligencia emocional de Goleman. Estoy diciendo
que sin una emocionalidad refinada e incluso un alto desarrollo de la empatía
no puede haber en absoluto ninguna aprehensión inteligente de la realidad.
La inteligencia implica habilidades sociales y de
adaptabilidad al entorno.
No se puede decir que sea muy inteligente quien está en
permanente fricción con la trama social. Se observará que es muy común que la persona
inteligente sea a la vez lo que se llama sensible y que tenga un fino tacto
para el trato interhumano, porque todas esas son funciones en realidad
intelectuales, no hay necesidad de sectorizarlas en pedazos, son un todo.
Por eso el concepto de “inteligencia emocional” es
redundante. No hay inteligencia que no lo sea.
Esto, dicho sea de paso, es lo que intuyó Kant al hablar
de imaginación como una operación que está entre la percepción pura y el concepto
(para él racional). Sin esta capacidad gestáltica no podemos comprender (ni
aprehender) nada.
Quizás a alguien se le cruzará con relación a esto la
objeción de los psicópatas inteligentes y su falta de empatía. Bueno, la cosa,
me parece, es que el psicópata no carece de empatía sino que la tiene alterada
(percibe en sí como placer el sufrimiento ajeno) pero el elemento afectivo lo
conserva, de lo contrario no sería realmente inteligente (de los psicópatas no
inteligentes también hay y, por lo general, son los que están presos... por
boludos).
También se podría relacionar esto con lo que los griegos
llamaban el don de consejo que
implica una mayor percepción de la amplitud de las acciones en el tiempo. El
mismo supera ampliamente a lo que se puede llamar “racional” (incluso a simple
vista puede parecer a un observador ingenuo lo contrario). Puede producir lo
que hoy la psicología llama intervenciones
paradójicas.
Hay un cuento sufí que ilustra esto:
Un sabio, al conocer una familia indigente, cuyo único
medio de sustento es la leche que le proporciona una vaca, recomienda matar a
la vaca. El discípulo obediente mata a la vaca, pero abandona al maestro por
considerarlo cruel e inhumano. Pasados los años verifica que esta familia logra
un desarrollo muy superior por haber tenido que desplegar recursos personales
que no hubieran puesto nunca en juego de haber conservado a la vaca, que
aseguraba su supervivencia pero fomentaba su indolencia y estancamiento.
En ajedrez esto se conoce como la celada de sacrificar la
dama para conseguir un mejor posicionamiento estratégico en el tablero (que a
la larga producirá el triunfo). Cuenta con que que el oponente no tiene la
anticipación de jugadas suficiente como para prever esto. Por supuesto que no es para nada recomendable
sacrificar ninguna dama o vaca si uno no tiene perfectamente claras las
consecuencias.
Pongamos un ejemplo. ¿Qué
ven acá?
Si alguien dice “un círculo” es que lo está mirando con
la inteligencia porque si lo mirara simplemente con los ojos diría “un montón
de puntitos”.
La razón sólo podrá ver puntitos. Es la inteligencia la
que ve el círculo.
¿Qué hace entonces la inteligencia? Ve una realidad
superior.
Entiende que lo que parece vacío tiene un sentido.
Un interesante
dato que aporta la ciencia, gracias a los potentes microscopios que se
desarrollaron en los últimos tiempos, es el de que las cosas que percibimos
como sólidas, como esta pared o este cuerpo, en realidad no son tan así. Si lo
vemos muy muy de cerca vamos a observar que en realidad en cualquier cosa que
los sentidos nos dicen que es sólida hay más espacio vacío que ocupado. Los
átomos de las cosas están extraordinariamente separados unos de otros tanto
como (en la escala correspondiente) las estrellas entre sí. Así que es una
cuestión de punto de vista el hecho de afirmar que algo es “sólido”.
La inteligencia, entonces, es lo que hace que todos esos
puntitos no sean un amontonamiento sin sentido.
Vendría a ser como el pegamento
de las cosas. Pero más que eso, porque además de mantenerlas juntas, las organiza.
Y ojo que no estoy diciendo que la inteligencia (como
potencia organizadora) está sólo en la cabeza de quien observa.
El círculo
está, aunque no haya quien lo “descubra”.
Entonces, la inteligencia encuentra el sentido.
No lo
inventa.
Son cosas muy diferentes.
Quien dice, entonces, (sin ánimo de ofender) que la vida no tiene sentido,
quizás debería preguntarse por los alcances de su inteligencia.
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