La cuestión es que, por la tendencia humana a la divagación, el miedo primitivo (el que está ahí para cuidarnos) puede trasformarse patológicamente en miedo psicológico.
Y esto fue usado (y abusado) muchas veces por las diversas instancias del poder para manipular y controlar a las multitudes.
La cosa es que la predicación contraria, aquella que insiste en que “no hay nada que temer” precipitó también a muchos a la autodestrucción e incluso al suicidio en masa.
El miedo hubiera sido una alarma saludable para los miembros de muchas sectas.
Un ex alcohólico me dijo una vez “mi mayor miedo es volver a tomar”, creo que ese miedo lo cuida, mientras no se convierta en obsesión.
Si yo tuviera un poco más de miedo al cáncer de pulmón quizás no me bajaría dos atados por día...
Algunos "festejadores de las drogas" no hubieran terminado tan desquiciados si le hubieran tenido un poquito de miedo a la locura.
Algunos "festejadores de las drogas" no hubieran terminado tan desquiciados si le hubieran tenido un poquito de miedo a la locura.
Con todo esto no estoy queriendo decir que no haya infinidad de deformaciones patógenas del miedo.
- Miedo a salir afuera (agorafobia).
- Miedo a los otros (fobia social).
- Miedo a lo imprevisible (trastorno de ansiedad).
- Miedo a entidades imaginarias (paranoia).
- Miedo a ser amado (histeria).
- Miedo a perder el control (obsesividad).
- Miedo al placer (neurosis).
- Miedo a la perderse el placer (hedonismo).
- Miedo a la libertad (mediocridad).
...etc, etc.
La propaganda hedonista (que es lo que el sistema quiere que seamos) nos inculcó un extraño miedo al miedo.
Así, cuando el tipo tiene miedo, le salta la ficha programada de que "tener miedo siempre es incorrecto" y así revienta la tarjeta comprando cualquier boludez y, para colmo, creyéndose un valiente.
O cagando a la pareja por miedo a que los amigos piensen que es un cagón.
El miedo refiere también a una conciencia de nuestra profunda vulnerabilidad, a la facilidad con que podemos ser engañados... o sometidos.
El miedo al dolor es uno de los mecanismos biológicos más sabios puestos por la naturaleza con el propósito de la autopreservación.
El que no lo tiene puede fácilmente desembocar en una patología masoquista... o también psicopática.
La no negación del dolor propio es lo que nos hace también receptivos empáticamente al dolor ajeno.
Si nos anestesiamos contra eso, tarde o temprano también terminaremos dañando a otros.
Para no ser "cagones" habitualmente hoy nos volvemos cagadores.
Extraños efectos colaterales del miedo al miedo.
En tiempos de individualismo furioso como el nuestro, un miedo psicológico que me parece que a veces puede ser sano (o, al menos, preventivo) es el miedo a dañar los vínculos.
O, lo que sería lo mismo, el miedo a quedarse solo.
El “yo hago de mi vida lo que se me canta en el orto”, desentendiéndose del impacto que las propias acciones (o inacciones) pueden tener sobre los que tenemos cerca (y supuestamente queremos) nos va llevando a un aislamiento que, en mi opinión, es de temer.
Me parecería hasta saludable que cierto tipo de personas tuvieran un poco más de “miedo a quedarse solas”.
No estoy diciendo (aclaro por las dudas) que uno debería soportar ningún tipo de arbitrariedad por parte de otros por ese miedo.
En ese caso sí sería un miedo patológico, relacionado con la dependencia.
Pero el que, por consentir sus propios caprichos demuestra indiferencia hacia el daño producido en los demás, después, cuando se queda solo, anda llorando por los rincones. O se llena de resentimiento contra los que lo abandonaron por no estar dispuestos a soportar su egoísmo práctico.
Contra las compulsiones (como el egoísmo y los vicios) a veces el miedo es la herramienta de combate más eficaz.
Quizás, a veces, deberíamos tenerle miedo a los propios caprichos.
Porque puede ser que a veces consigamos cosas por puro pataleo.
Y, a veces, por supuesto, no queda otra que patalear.
Pero también es cierto que es posible que, a la larga, la gente se canse de consentirnos.
Y eso, de nuevo, en lo único que puede desembocar es en la soledad.
Hoy nos cruzamos con frecuencia con apologistas de la soledad.
Y ciertamente es bueno ser capaz de estar solo de vez en cuando.
O poder soportarlo si la vida nos pone involuntariamente en ese trance.
Pero vivir solo (aislado) puede ser enfermante.
Y es un peligro que está invisibilizado para muchos.
Y solo, aclaro, se puede estar en medio de multitudes, cuando uno deviene, por su propio egoísmo, incapaz de establecer lazos profundos.
Cosa que, lamentablemente, le pasa a cada vez mas personas hoy en día.
No es casual que tantos se sientan “la oveja negra”.
Son parte de un rebaño de seres aislados.
Y, para colmo, festejando maníacamente su aislamiento, sin percibir lo lesivo de su situación.
Hay gente que fantasea con que, si estuviera solo podría hacer lo que quisiera.
Una fantasía parecida a la de un chico que “quiere ser grande” para hacer lo que se le de la gana.
A veces se ven por las redes sociales carteles del tipo “todo lo que deseas está más allá de tus miedos”.
Y en algunos casos puede ser cierto.
Pero, como todo slogan con pretensión de universalidad, se equivoca justamente en eso, en la universalidad.
Porque muchas veces los miedos son más sabios que los deseos.
No todo deseo está ahí para ser consumado.
Algunos son autodestructivos.
Sobre todo cuando se transforman en compulsión o vicio.
En resumen...
¿Estoy queriendo hacer una apología del miedo?
Claro que no.
En todo caso, sería una apología del discernimiento.
Aprender a tener ese discernimiento momento a momento, cada vez que surge un conflicto entre deseo y miedo.
Creo que ése sería un objetivo mucho más sabio que el de aspirar a perder todos los miedos.
Tener presente que el miedo, si surge, está indicando algo.
Claro que bien puede ser una fantasía.
Claro que puede ser pura pusilanimidad (falta de huevos, que le dicen).
Claro que muchas veces es necesario arriesgarse. Que no queda otra que apostar. Que quedarse inmovilizado es la peor opción.
Pero también, a veces, lo más sabio es quedarse quieto en la palmera.
Capaz que el tigre no nos ve y sigue de largo.
El miedo puede convertir a alguien en un mediocre o en un tibio.
Incluso en un idiota.
Pero la falta total de miedo convierte a muchos idiotas en suicidas.
O, sin llegar a tanto, en gente muy destructiva.
Y hay cosas que, cuando se rompen, no se pueden reparar ni reemplazar.
Como algunos vínculos.
Que, como ya dije, sería mejor cuidar, a pesar de sus fallas o imperfecciones.
Salgamos de los absolutos.
Cultivemos nuestra capacidad para los matices....
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