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ODA A LA DIVERSIDAD





Un poco "spinozianamente" hablando, quizás se podría decir que "la voz de Dios" es la suma y síntesis de todas las voces.
De toda palabra pronunciada y por pronunciarse.
Así, esa "palabra total" (buscada por Borges de manera insomne) sería paradójica, controversial, contradictoria... inabarcable por una sola mente humana.
El "fiat" fundamental no se dijo.
Se está diciendo.
Y no se acabará de decir hasta que el último hombre extinga su última palabra.
De ahí que ninguna doctrina es verdadera y todas los son.
De ahí la imperiosa necesidad de escuchar lo diferente, lo diverso... lo que nos incomoda e, incluso, nos repugna.
De ahí que toda opinión es vana hasta que se la contradice.
De ahí que no hay una sola opinión que sea prescindible, por más idiota que parezca.
De ahí que el punto de vista es siempre un punto ciego. O una fantasía tranquilizadora.
De ahí que, hasta que no somos escuchados, no tenemos ni la más puta idea siquiera de lo que dijimos.
De ahí que, cuando no encontramos quien nos contradiga, nuestro pensamiento se estanca. Caemos en el sueño narcisista.
De ahí que escuchar es tan importante como decir.
De ahí, por lo tanto, la imprescindibilidad del otro. De todos los otros.
De ahí que la verdad existe, pero es una totalidad inaprehensible para cualquier "mortal".
De ahí nuestra sed (reconocida o no) de eternidad.
De ahí que nos iluminamos entre todos o nos ahogamos de oscuridad.
Bendigamos el disenso, porque es lo único que nos salva de la "fijación neurótica".
Tu palabra sólo puede ser dicha por tu boca.
Si no la decís vos, quedará sin ser dicha.
Creo que el que calla por miedo al ridículo puede ser más soberbio que el que se arriesga a estar diciendo una pavada.

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