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TIPOS HUMANOS 1 (según Jaspers)


Parte 1: Plano horizontal o “inmanente”.



Hacerse cargo de la propia vida parece ser algo en lo que la mayoría está de acuerdo en que es algo que denota “sanidad psicológica”.
El problema suele ser lo que cada uno entiende de esta misma frase.

Algunos creen que este hacerse cargo tiene que ver con cumplir las obligaciones circunstanciales que la vida impone.  
Los llamados “deberes de estado”
Ciertamente que esto es importante y hay algunas personalidades para las que en eso reside casi la totalidad de su problema más inmediato.  
Este tipo de corrección gruesa tiene por lo general más que ver con el “no” que con el “sí”: No llegar tarde al trabajo, no emborracharse en momentos inapropiados, no maltratar a los hijos o a la pareja, no ser infiel...

Epicúreos
El tipo psicológico que suele necesitar este tipo de “ajustes” es el que Jaspers caracteriza como epicúreo. Es el típico hedonista que antes de aspirar a un ideal más trascendente tiene que equilibrar su inclinación desenfrenada al placer y a la impulsividad para lograr un equilibrio del que pueda empezar a construir lo que llamamos un yo real.  Tiene a su favor que probablemente sabe que es débil y necesita ayuda externa, porque por lo general se siente víctima de sus pasiones. Pero puede pasarse al extremo de volverse muy dependiente y querer que alguien más arregle todos sus problemas por él.  Es quizás el tipo psicológico más abundante en estos días y el que más se verá en todo lugar donde haya fiesta o diversión. Pero también se puede dar en distintas variantes de pseudo-espiritualidad new age que tienen como objetivo "vivir el presente".
A nadie se le escapa que para quien se está creando problemas con este tipo de conductas, corregirlas tiene que significar un cambio tan positivo en su vida que para algunos quizás parezca que ya con esto basta.  Por eso no es raro, incluso después de cierto tiempo de haber pasado por esta primera “toma de conciencia”, que la gente diga que su ideal es una vida familiar armónica, o cosas como paz, pan y trabajo. Pero si bien, todas estas, repito, son aspiraciones legítimas y sanas, siguen teniendo cierta externalidad. No apuntan a ningún anhelo interno de trascendencia espiritual o autenticidad vital.

Estoicos
En el extremo opuesto al epicúreo,  tenemos al estoico.  Al contrario del anterior éste tiene un fuerte control de sus impulsos y muy probablemente esté orientado al éxito social, que además logre. Es el típico self made man que considera que todo depende de sí mismo y considera oprobioso pedir ayuda de nadie. Este tipo de persona va a tender a confundir el ideal con logros externos y va a tener muchos problemas para aceptar su dependencia de algo superior. Los conceptos de voluntad e inteligencia no le van a resultar extraños pero los va a interpretar a su manera voluntarista y no va a reconocer que lo que lo domina es el afán de éxito social. Creo que es el tipo que más difícilmente se cuestione a sí mismo o se abra a la posibilidad de un trabajo sobre sí mismo de orden espiritual y, si por casualidad lo hace, va a tender a ser más bien refractario, salvo que esté justamente transitando por algún momento trágico de su vida. El riesgo, si es así, es que tienda a entender lo espiritual como una serie de sacrificios extremos que acentúen su tendencia estoica y no lo salven de la arrogancia implícita en su manera de ver la vida.  Más que el “no” que necesita el epicúreo, esta persona tendría que amigarse con el “sí” a los pequeños placeres de la vida y reconocerse más falible y vulnerable antes de empezar a construir su yo real. Porque el problema principal del estoico es justamente su poderosa armadura, su compulsivo yo de exportación, su actuar para la tribuna (el éxito y el aplauso).

Tibios
En tercer lugar, hay otro tipo de personalidades que este tipo de obligaciones básicas que tanto cuestan al epicúreo, las cumplen sistemáticamente. Pero, por eso mismo, pasan a ser el principal obstáculo para conectarse con ellos mismos. Es el tipo que Jaspers llama “cumplidor de deberes”.  Para estas personas, paradójicamente, el cumplimiento de sus deberes de estado se convierte en una evasión, en el principal obstáculo para encontrar su verdadero yo. No es ni epicúreo ni estoico, pero tampoco es un sano equilibrio entre ambos. Está más bien, desconectado de sus emociones y sensaciones. Es lo que en general la gente ve como alguien aburrido y tibio. Completamente predecible y correcto pero que le cuesta mucho implicarse más profundamente con algo.  Su cumplimiento es un cumplimiento hueco e inauténtico. Su característica esencial es la tibieza. No tienen ni la intensidad hedonista del epicúreo, ni el impulso ascético de lucha del estoico. Para este tipo de persona quizás lo más difícil sea reconocer sus falencias, porque en definitiva él siempre hizo lo que había que hacer. Necesitará quizás hacer un más largo recorrido para aceptar que la vida no consiste en seguir la línea del menor esfuerzo. Que vivir es jugarse a fondo por las propias convicciones aunque no siempre coincidan con lo la sociedad dice que “hay que hacer”. En mi opinión, a pesar de parecer el más “correcto”, posiblemente sea el que más lejos esté de la existencia auténtica. Por esta inquietante cuestión de que “a los tibios los vomita Dios”.

Acá se ve que no hay ni puede haber una receta única. 
La búsqueda de autenticidad no es seguir un manual de instrucciones. 
Puede consistir, incluso, externamente, en cosas diametralmente opuestas para distintas personas. 
Para una persona su realización puede consistir en empezar a disfrutar de la vida mientras que para otra sea justamente no “disfrutar” tanto
El estoico y el epicúreo (el asceta y el hedonista) tienen, para empezar, tareas muy distintas (e incluso opuestas) que realizar.

Lo que me importa destacar de lo dicho hasta aquí es que, al hablar de búsqueda de autenticidad, hay que tener en cuenta que hay tres niveles distintos de fenómenos dentro de lo humano: 
  • Lo que es común a todos los hombres (como las cuestiones de la angustia y la libertad, entre otras). 
  • Lo que los divide en grupos (como es el caso de los epicúreos, los estoicos y los tibios, entre otras posibilidades de agrupación). 
  • Lo que es totalmente individual, que son la características particulares de cada persona.


En esta línea imaginaria, que iría desde el epicúreo hasta el estoico, pasando por el tibio, hay, por supuesto, infinidad de combinaciones posibles e idiosincráticas. Incluso pueden darse en la misma persona en diferentes ámbitos de su experiencia. Lo que sí parece bastante probable es que estas características estarán vigentes y eficaces mientras la persona se mantenga en el terreno inmanente de la existencia.

Como dice en el título, esta descripción gruesa sólo refiere al plano horizontal de la existencia. La vida inauténtica de la que todos, en mayor o menor medida, participamos. Pero la vida humana, en mi opinión, es más que eso. 

La vida humana es hueca si no tiene como ideal cierta búsqueda de autenticidad.  
Ser yo mismo todo lo que puedo llegar a ser. 
De la verdadera “originalidad”.

Decíamos en otro post que habría que diferenciar ideal de meta (u objetivo). 
La vida en sí es un viaje. Y, como todo viaje, tiene una meta. 
Sin meta no hay forma de saber si no estoy girando en círculos. 
Pero para eso también es necesario una brújula. 
Sin embargo, lo que más importa, momento a momento, es el proceso
Ser capaz de estar atento para corregir la deriva a cada instante para no terminar encallado. 
La meta, por lo tanto, es también el viaje mismo. 
El fin, está a la vez en el principio y  a cada paso, como nuevo principio. Porque si se desprecia el viaje por sólo mirar la meta, la misma se vuelve una fantasía irrealizable.

No hay garantías firmadas.

La incertidumbre es un factor esencial.
La certeza total puede no ser más que un autoengaño tranquilizador.

Uno también puede usar la “búsqueda espiritual” como placebo o como droga. 
Tanto si provoca en uno una exaltación sentimental, como una ascesis sacrificada, como un mero cumplimiento de preceptos. 
Tanto si cae en una santurronería superficial, como en una activismo frenético e impremeditado. 

Lo más fácil es caer en los extremos.

[continuará]
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Fuente: Jaspers, "Psicología de las cosmovisiones del mundo"

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